Para el año 1500, los progresos de Nicolás Copérnico lo convirtieron en un fácil objetivo de interés para la Iglesia Católica en Roma. Tras ser investido como clérigo por el Papa Alejandro VI, pasó a integrar la corte pontificia por un breve periodo, compartiendo espacio con personajes importantes de la época, como Leonardo da Vinci.
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Allí pasó a ser parte de, además, los círculos de la Orden Templaria, dirigida por el mismo Alejandro.
A pesar de que Nicolás Copérnico disfrutó de la ventaja y privilegios que le ofrecía el estar dentro de la orden, se vio interrumpido en sus esfuerzos científicos cuando, buscando probar una teoría astronómica de su concepción, los oficiales de la corte le pidieron personalmente que ocultara sus hallazgos del público.
Nicolás Copérnico, no obstante, ansiaba poder compartir sus descubrimientos con las personas, esperando que todos pudieran conocer lo que él había conocido, aún si esto contradecía los deseos de la iglesia.
Después de negarse a satisfacer los deseos de las autoridades papales, Nicolás Copérnico fue despedido periódicamente de la corte, y él prefirió distanciarse para no verse afectado por posibles represalias políticas.
Sin embargo, no mucho después se propuso dar un discurso en un puesto de heraldos en la ciudad, donde compartió con el pueblo sus opiniones sobre el universo y su estructura, poniendo en duda la apreciación astronómica de Ptolomeo, y creyendo que una postura numérica en favor de las leyes de la Biblia solo suponían un conjunto de contradicciones, basándose en sus propios hallazgos.
Cuando los guardias del papado comenzaron a aparecer en la plaza y fijaron su vista en Copérnico, el Asesino Ezio Auditore da Firenze, quien había podido escuchar parte de lo que decía el polaco, decidió actuar en defensa de Nicolás Copérnico tras percatarse de que los soldados pensaban atacarlo.
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