"NADIE INVESTIGA AL MOSSAD O AL PROPIO ESTADO ISRAELÍ PORQUE HAY FUERTES INTERESES DE INVOLUCRAR A HEZBOLLAH Y A IRÁN EN ESTO".
En el marco de sus intentos por dar peso a sus acusaciones contra los musulmanes chiítas, Estados Unidos pretende explotar el recuerdo de los atentados cometidos en 1992 y 1994 en la ciudad de Buenos Aires. En efecto, la mayoría de las enciclopedias siguen atribuyendo esos crímenes al Hezbollah o a Irán. A pesar de ello, nadie cree ya en esas acusaciones y la propia justicia argentina se orienta hoy hacia una pista israelí. Como consecuencia, Washington hace presión para que se ponga fin a una investigación que se está haciendo molesta.
Con el fin de dar peso a sus
acusaciones contra el «la media luna chiíta» (Irán, Siria, Hezbollah libanés),
Washington ha decido incluir en ellas los atentados cometidos en Buenos Aires a
principios de los años 90. En los países atlantistas [1] se da generalmente por
sentado que aquellos atentados fueron obra de terroristas musulmanes.
Esa versión de los hechos fue
sin embargo desmentida desde entonces por la Corte Suprema argentina que se
orientó, por el contrario, hacia una pista israelí. Los neoconservadores han
reaccionado con el montaje de toda una operación para invertir las cosas. Luego
de una reunión que tuvo lugar en Washington, en mayo de 2006, con la
participación de dos altos magistrados de Buenos Aires, el gobierno y la
justicia han sido objeto de fuertes presiones. En respuesta, un grupo de
ciudadanos argentinos dirigido por el doctor Oscar Abdura Bini [2] acaba de
presentar ante un Tribunal de Gran Instancia de Buenos Aires una querella por
obstrucción a la justicia contra el American Jewish Committee [3] y los
fiscales Nissman y Martínez Burgos.
Para entender las implicaciones
de esta polémica es necesario recordar los atentados.
Al principio, la investigación
se orientó hacia la pista islámica. Se pensaba que el atentado había sido
cometido por un suicida palestino que conducía una camioneta llena de
explosivos, que el autor era miembro de la Jihad Islámica y que quería vengar
el asesinato cometido por Israel contra el jeque Abbas al-Musawi, jefe del
Hezbollah libanés, y su familia. Según aquella versión, la operación de Buenos
Aires había sido preparada por un grupo de pakistaníes y coordinada por Moshen
Rabbani, el encargado cultural de la embajada de Irán. Este último fue incluso
arrestado, años más tarde, en Alemania y liberado posteriormente por falta de
pruebas.
El 18 de julio de 1994, otra
explosión devastó en Buenos Aires el edificio de la Asociación Mutual Israelita
(AMIA) con saldo de 85 muertos y más de 300 heridos.
La investigación sobre este
nuevo atentado también se orientó hacia la pista islámica. El atentado se
atribuyó a un kamikaze de 29 años, llamado Ibrahim Husein Berro, al volante de
un vehículo lleno de explosivos. Años después, se emitió una orden de arresto
contra Imad Mugniyah, miembro del Hezbollah libanés. Más tarde, el ex embajador
de Irán en Argentina, Hade Soleimanpur, fue arrestado en el Reino Unido pero
tuvo que ser liberado por falta de pruebas.
Todos estos elementos, que
parecen ser conclusiones definitivas, aparecen reflejados desde hace años en
todo tipo de enciclopedias, aunque nada los confirma. Lo más interesante es que
con el paso del tiempo los propios investigadores argentinos han echado abajo
las versiones que israelíes y estadounidenses les sugirieron y han construido
una hipótesis totalmente contraria: los dos atentados fueron cometidos por
agentes israelíes para contrarrestar el antisionismo de la comunidad judía argentina.
Es necesario situar las
vacilaciones de los investigadores argentinos en el agitado contexto político
de su propio país, constantemente estremecido por cambios de gobiernos e
insurrecciones. Hasta la fecha no se ha presentado ningún juicio definitivo
sobre ninguno de los dos atentados, lo cual permite que cada cual saque las
conclusiones que más le convienen en base a momentos contradictorios de todo el
proceso.
Como quiera que sea, lo menos
que se puede decir al respecto es que la pista del terrorismo musulmán resulta
ya inconsistente y que los neo-conservadores están haciendo todo lo posible para
enterrar definitivamente la investigación.
Según el juez Bisordi, el
comisario Meni Battaglia dirigió la investigación sobre el atentado contra la
embajada. En ella era secundado, aunque de manera no oficial, por un boina
verde (no identificado) de la embajada de Estados Unidos y por el jefe de la
seguridad de la embajada de Israel, Ronie Gornie. Supuestamente, ambos tenían
gran experiencia sobre la realización de ese tipo de atentados en el Medio
Oriente. Siguiendo los consejos de ambos «expertos», el comisario adoptó
inmediatamente la hipótesis del vehículo lleno de explosivos y reportó que
había encontrado fragmentos del motor de una camioneta Ford 100.
Resultó imposible establecer
una lista exacta de víctimas ya que resultó que la lista de diplomáticos
israelíes acreditados en Argentina no correspondía con el personal real de la
embajada, diferencia que nunca se explicó. El juez Bisordi quería que se realizaran
autopsias de las víctimas pero el comisario Battaglia se opuso afirmando que
las autopsias no aportarían nuevos elementos. Ante la insistencia del juez, el
gran rabino de Argentina también se opuso a las autopsias porque, en el caso de
las víctimas judías, se trataría de una profanación. En definitiva, no se
realizó ninguna autopsia.
El juez planteaba dos
interrogantes: ¿Por qué los autores esperaron que la embajada estuviera vacía
para realizar el atentado si un centenar de personalidades judías habían sido
recibidas horas antes con bombo y platillo en ese mismo recinto? ¿Por qué
recurrieron a un kamikaze para lanzar la camioneta contra la embajada siendo
esto absolutamente innecesario?
Al hacerse cada vez más
manifiesto su escepticismo sobre la versión que trataban de imponerla, el juez
recibió una visita del director adjunto de los servicios secretos argentinos
(SIDE), el doctor Gerardo Conte Grand. La misión de este último era hacerlo
entrar en razones.
Al ir en aumento sus
sospechas, el juez se presento de improviso en la comisaría durante el
interrogatorio de un testigo clave, un chofer de taxi que testimonió haber
acompañado al aeropuerto, justo antes del atentado, a un grupo de musulmanes
que le dijeron que había que salir rápidamente del lugar antes que se
transformara en un infierno. El juez Bisordi interrogó personalmente al
testigo. Creyendo que se encontraba ante alguien tan complaciente como los
policías, el chofer de taxi se negó a identificarse y se presentó como «el
hombre de Israel». Llegó incluso a decir que era coronel del ejército israelí y
que había participado en la Guerra de los Seis Días.
Los elementos relacionados con
la segunda investigación son tan reveladores como los ya citados e incluyen
hasta un verdadero falso policía israelí que se pasea como Pedro por su casa
por las comisarías y prisiones argentinas, realizando interrogatorios fuera de
todo procedimiento y presionando a los testigos. Este individuo desapareció
cuando la justicia argentina le pidió explicaciones sobre su proceder. El
gobierno israelí, que empezó por negar la existencia de este individuo, acabó
reconociendo que lo había empleado y se negó a que prestara declaración.
La Corte Suprema de Argentina
se reunió a puertas cerradas para examinar diferentes elementos del caso de los
atentados. Este órgano validó investigaciones científicas que establecen
formalmente que, contrariamente a lo que se admitió al principio, no hubo
ningún coche-bomba conducido por kamikazes sino que los explosivos habían sido
instalados dentro de los edificios volados, tanto dentro de la embajada de
Israel como en la sede de la AMIA.
Por consiguiente, se invalidó
todo lo que se había dicho al principio sobre el origen de los vehículos.
Al día siguiente de esa
audiencia, el vocero de la embajada de Israel en Buenos Aires deploró esas
conclusiones y acusó a los jueces de la Corte Suprema de antisemitismo.
Para aclarar estos atentados
la justicia argentina necesitará aún mucha independencia y perseverancia, lo
cual suscita ciertos comentarios.
Resulta extraño que se
necesite una decena de años para comprobar que un atentado se realizó poniendo
el explosivo dentro de un edificio y no mediante la utilización de un
coche-bomba conducido por un kamikaze. Se hace necesario señalar de paso que en
la actual investigación sobre el asesinato del primer ministro libanés Rafia
Hariri la tesis del coche-bomba, considerada como cierta por el enviado
especial de la ONU Detlev Mehlis, no constituye actualmente más que una
hipótesis de trabajo para el sucesor de este último.
Durante 14 años, numerosos
expertos occidentales han redactado obras sobre el terrorismo basándose en una
interpretación errónea de los atentados de Buenos Aires. Los autores de estas
obras ignoran o fingen ignorar los progresos de la investigación argentina, lo
cual es síntoma de incompetencia o de mala fe. Se aferran así a las
conclusiones de sus razonamientos aunque sus premisas sean falsas.
Resultar doloroso comprobar
que aunque las investigaciones judiciales sobre los grandes atentados
terroristas imputados a musulmanes, ya sea en Buenos Aires, New York, Bali,
Casablanca, Madrid o en Londres, siguen sin ofrecer resultados concretos ello
no impide en lo más mínimo a los gobiernos neo-conservadores y sus «expertos»
seguir imponiéndonos sus conclusiones generales.
Estados Unidos acostumbra a
modificar con carácter retrospectivo la identidad de aquellos a quienes
atribuye la autoría de los atentados realizados en ese país, con lo que busca
siempre acusar a su adversario real o inventado del momento. Y ahora pretende
rescribir la historia incluso fuera de su propio territorio.
También es importante mantener
la vigilancia con respecto a los guerreristas que explotan descaradamente los
atentados de Buenos Aires a favor de sus propios intentos de calificar tal o
mas cual partido o gobierno de «terroristas» y que llaman a destruirlos.
Fuente: Red Voltaire.
Por Thierry Meyssan.
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