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lunes, 19 de agosto de 2013

La prensa de la oligarquía yanqui admite gruesos errores de los "especialistas" occidentales con respecto al desenlace de la Primavera Árabe.

 Más de dos años y medio después de que estallaran las primeras protestas en El Cairo, manifestantes pacíficos siguen muriendo a diario en las calles de Egipto, lo que sugiere que, en general, los pesimistas han sido más precisos que los optimistas en sus pronósticos sobre la revuelta árabe, afirma Mark Adomanis, autor del artículo publicado en la revista 'Forbes'. 

 Cuando esta se inició y durante su desarrollo, el contenido general de la cobertura rusa difirió radicalmente de la de Occidente. Mientras que los analistas académicos e independientes rusos mostraron un profundo escepticismo desde el principio, los occidentales se centraron "casi exclusivamente en el poder redentor de las elecciones y las posibilidades que ofrece la participación popular en el Gobierno", apunta el artículo. 

 Numerosos análisis de las revueltas de Egipto escritos en 2011 daban a entender que simplemente reemplazando a Hosni Mubarak se resolverían los problemas del país. Sin embargo, nadie sugirió cómo estos problemas se solucionarían, resalta.  


 El autor asegura que no deberíamos estar sorprendidos por la actual violencia y el caos que vemos en las calles. Es más, considera que, dado el estado caótico de la economía de Egipto, las divisiones religiosas y la inmadurez de sus instituciones políticas, "habría sido nada menos que un milagro" que el país "no hubiera terminado en un desastre total".  

 "Muchos menospreciaron totalmente cualquier análisis ruso sobre la primavera árabe", afirma el artículo, que sostiene que es erróneo asumir que si un análisis vaticina que algo vaya a suceder signifique que el autor del mismo así lo desee. 

 "No quiero que Egipto se encuentre en un estado perpetuo de violencia e inestabilidad, pero siempre me pareció que este sería el resultado más probable", señaló.  

 Para concluir, afirma que, teniendo en cuenta los terribles resultados de la primavera árabe hasta la fecha, deberíamos ser un poco más escépticos sobre los movimientos políticos y estar más predispuestos a escuchar distintas opiniones acerca del tema. 

jueves, 15 de agosto de 2013

Estados Unidos es culpable del derramamiento de sangre en Egipto, según el legislador Republicano McCain.

 Según diferentes estimaciones, los enfrentamientos del miércoles entre las fuerzas de seguridad egipcias y los simpatizantes del derrocado presidente Mohamed Morsi se cobraron la vida de entre 500 y 2.600 personas, dejando, además, miles de heridos. Para McCain, el estallido de violencia se debe a "un fracaso colosal" de la Administración de Barack Obama, cuyo intento de influir en los generales egipcios fue ignorado por los militares. 

 'The Wall Street Journal' detalla que Washington y El Cairo mantuvieron intensas negociaciones a lo largo de las semanas previas a los violentos choques que tuvieron lugar ayer. La Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono presionaron a los generales egipcios para que impulsaran la participación de los Hermanos Musulmanes en el nuevo proceso de transición política, a pesar del derrocamiento del presidente Morsi. Por otro lado, EE.UU. intensificó sus contactos con los Hermanos Musulmanas para instarlos a dar un paso atrás en su oposición a los militares. En respuesta, el movimiento islamista siguió insistiendo en que Morsi era el único presidente electo y legítimo, mientras que el Gobierno de Egipto advirtió a la Administración de Obama sobre la posible escalada de violencia, a pesar de la presión por parte de Washington. 

 El propio presidente Obama admitió el fracaso diplomático. Al comunicar este jueves la cancelación de las maniobras militares conjuntas con Egipto, insistió, entre otras cosas, en que Washington "no toma partido por ninguna formación o figura política en particular", pero comentó también que muchos egipcios tienden a culpar "a un actor externo" de su situación actual. Admitió que una parte del pueblo egipcio critica a la Casa Blanca por apoyar a los Hermanos Musulmanes, mientras que otra le reprocha su respaldo al Ejército. 



 Según destaca 'The Wall Street Journal', la masacre egipcia del miércoles puso a la Casa Blanca entre dos fuegos. Por una parte, aumentó drásticamente el número de legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, que piden que se califique el derrocamiento de Morsi de golpe de estado y que se revoque la ayuda anual de EE.UU. a los militares egipcios. El senador McCain insiste incluso en que Washington debe considerar la opción de ejercer influencia en el Fondo Monetario Internacional para que corte a El Cairo el acceso a préstamos. Por otra parte, Israel, el aliado estratégico de EE.UU., se dirigió a la Administración de Obama con la solicitud de no interrumpir la financiación de Egipto, que es un punto fundamental del tratado de paz egipcio-israelí de 1979. 

 Cabe recordar que Egipto es el segundo receptor de ayuda financiera de Washington después de Israel. Las donaciones al país árabe consisten en 1.300 millones de dólares anuales, más armamento y tecnología. Además, más de 500 oficiales egipcios reciben educación militar estadounidense cada año. Incluso el actual presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto, el coronel general Abdel Fattah al Sisi, atendió en 2006 un curso en un prestigioso colegio militar estadounidense para altos cargos del Ejército, el USAWC, en Carlisle, Pensilvania.  

 Según la columnista de Al Arabiya, Joyce Karam, la causa de que EE.UU. pierda su influencia en Egipto es que esperó demasiado a tratar los problemas más cruciales que surgieron en el país después de la revolución de 2011 y estuvo mandando mensajes diplomáticos demasiado confusos. Por otro lado, opina que la Casa Blanca no tiene muchas opciones para tratar la situación actual. El país árabe, que tiene acceso tanto al mar Rojo como al golfo Pérsico, siempre ha sido 'un plato exquisito' para las potencias mundiales. En cuanto EE.UU. se retire de Egipto, sus rivales no tardarán en aparecer, algo que Washington no puede permitirse. Tanto por razones de seguridad como por cuestiones geopolíticas no puede poner bajo riesgo las relaciones con su aliado crucial en Oriente Medio y mediador principal entre las fuerzas ultraconservadoras y laicas de la región, insiste Karam.