Más de dos años y medio después de que estallaran las primeras protestas en El Cairo, manifestantes pacíficos siguen muriendo a diario en las calles de Egipto, lo que sugiere que, en general, los pesimistas han sido más precisos que los optimistas en sus pronósticos sobre la revuelta árabe, afirma Mark Adomanis, autor del artículo publicado en la revista 'Forbes'.
Cuando esta se inició y durante su desarrollo, el contenido general de la cobertura rusa difirió radicalmente de la de Occidente. Mientras que los analistas académicos e independientes rusos mostraron un profundo escepticismo desde el principio, los occidentales se centraron "casi exclusivamente en el poder redentor de las elecciones y las posibilidades que ofrece la participación popular en el Gobierno", apunta el artículo.
Numerosos análisis de las revueltas de Egipto escritos en 2011 daban a entender que simplemente reemplazando a Hosni Mubarak se resolverían los problemas del país. Sin embargo, nadie sugirió cómo estos problemas se solucionarían, resalta.
El autor asegura que no deberíamos estar sorprendidos por la actual violencia y el caos que vemos en las calles. Es más, considera que, dado el estado caótico de la economía de Egipto, las divisiones religiosas y la inmadurez de sus instituciones políticas, "habría sido nada menos que un milagro" que el país "no hubiera terminado en un desastre total".
"Muchos menospreciaron totalmente cualquier análisis ruso sobre la primavera árabe", afirma el artículo, que sostiene que es erróneo asumir que si un análisis vaticina que algo vaya a suceder signifique que el autor del mismo así lo desee.
"No quiero que Egipto se encuentre en un estado perpetuo de violencia e inestabilidad, pero siempre me pareció que este sería el resultado más probable", señaló.
Para concluir, afirma que, teniendo en cuenta los terribles resultados de la primavera árabe hasta la fecha, deberíamos ser un poco más escépticos sobre los movimientos políticos y estar más predispuestos a escuchar distintas opiniones acerca del tema.