Quid pro quo: venta de bancos de EE.UU a China y
revaluación del renminbi.
La cuarta ronda de negociaciones Chino-estadounidenses se
llevaron a cabo en la euforia de nuevas y aparentes concesiones hechas por
Pekín: enormes inversiones financieras en los EE.UU. y la re-evaluación del
yuan frente al dólar, cosa que Washington reclamaba desde hace tiempo. Sin
embargo, no hay que equivocarse acerca del significado de estos
acontecimientos, señala nuestro colega Alfredo Jalife-Rahme: China no consintió
estos sacrificios para someterse a los EE.UU. sino para inhibir su
imperialismo. Pekín utilizado sus armas financieras y monetarias para
neutralizar la agresividad de Washington mientras entrama la construcción de una
vasta zona de libre comercio asiática, con países como Japón y Corea del Sur
hasta hace poco bajo la influencia de EE.UU.
Los multimedia estatales chinos han dado más vuelo al
éxito del DEE que la prensa de Estados Unidos, que ha enmudecido.
Se han escenificado tres sucesos significativos de la
reciente distensión:
1) el tercer
periodo presidencial de Vlady Putin, que la prensa china considera favorable,
ya que menguará la presión de Estados Unidos a China, cuando ha llamado la
atención la ausencia del zarruso a la cumbre del G-8 que, a mi juicio, es
enterrado en su formato inoperante en favor del G-20, más híbrido y multipolar.
2) El anuncio del
plan de un tratado de libre comercio entre las tres mayores potencias
geoeconómicas del noreste asiático: China, Japón y Corea del Sur, y...
3) la concomitante
y extraña revelación del dalai lama sobre una conspiración para asesinarlo.
¿Será capaz Estados Unidos de vender al dalai lama por un renminbi (http://en.wikipedia.org/wiki/Renminbi) cuando lo
que menos le conviene a China es su homicidio descarado?
1) revaluación
acelerada del renminbi, lo cual valió los elogios del secretario del Tesoro de
Estados Unidos, Timothy Geithner.
2) permiso de la
Reserva Federal de Estados Unidos (la FED) para la instalación de tres bancos
chinos estatales: Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), el más
exitoso banco del mundo, que compró 80 por ciento del estadunidense Bank of
East Asia –con 13 sucursales en Nueva York y California –, mientras que
Banco de China, el tercero en importancia, abre una sucursal en Chicago, y
Banco Agrícola de China, el cuarto mayor, coloca una en Nueva York, y 3) China recorta
de nuevo su tasa de reserva en proporción a sus depósitos bancarios (en 50
puntos base), con el fin de inyectar mayor liquidez al mercado.
Más aún: la FED permitió a una serie de entidades
financieras chinas –ICBC, Central Huijin Investment y el fondo soberano de
riqueza China Investment Corp– operar como “empresas bancarias holding”.
Nos encontramos lejos de la etapa bushiana, cuando bajo
el apotegma fariseo de la soberanía económica prohibió a la empresa
estatal petrolera china CNOOC adquirir Unocal, que acabó siendo digerida con
papel chatarra por Chevron.
No hay que minimizar la apertura del sector financiero
super estratégico de Estados Unidos al imponente sector bancario chino, aunque
sea mínimamente simbólico.
¿Cuándo llegará la banca china a México por órdenes de
Washington, más que por voluntad nacional? ¿Asistiremos pronto a la captura de
empresas de Estados Unidos por la banca china mediante el esquema de fusiones y
adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés)? ¿Qué otro tipo de trueques
geopolíticos se habrán gestado tras bambalinas?
Otro rubro en el que Estados Unidos se abre
dramáticamente es el cese del bloqueo de la exportación tecnológica de carácter
civil a China.
En contraparte, uno de los cambios políticos más
profundos es la decisión de China de permitir la inversión foránea (léase: de
Estados Unidos) hasta en 49 por ciento.
El presidente chino Hu Jintao salió feliz de la cuarta
ronda, a la que calificó de excelente trabajo, mientras la amazona (y fiestera)
secretaria de Estado Hillary Clinton apaciguó los ánimos alterados debido a la
política del retorno de Estados Unidos a Asia, al reiterar que Washington está
a favor de una China fuerte, próspera y exitosa. ¡Cómo no!
En las oscilaciones sadomasoquistas entre la competencia
y la cooperación, la cuarta ronda fue tan exitosa que catalizó la primera
visita imprevista del ministro de Defensa Liang Guanglie al Pentágono después
de nueve años.
Obama no ha sido la excepción, y Jeffrey Bader sintetiza
que su política tiene tres principales fundamentos:
• Reconocimiento y respeto del ascenso de China y
sus intereses legítimos;
• Insistencia en que su ascenso se dé dentro de las
normas internacionales y la ley;
• Asegurar que el ascenso de China sea estabilizado por el fortalecimiento de alianzas regionales y asociaciones.
A su juicio, la relación bilateral es razonablemente buena,
cuando los chinos han cooperado con Estados Unidos en los temas de Norcorea e
Irán, mientras Taiwán no ha sido una fuente de tensión. Da a entender que el
único tema en el que en teoría podría darse un conflicto es Taiwán. Hasta
cierto punto porque la provocativa venta de armas a Taiwán ha sido factor
preponderante de la tensión.
Arguye que el tema irritante de los derechos humanos y el
contencioso del Mar del Sur de China no son obstáculo para la cooperación. Los
diferentes desafíos provienen del paso acelerado del ascenso de la República Popular en
la pasada década y de su mayor rol en el mundo. ¡Los tiene mareados el ascenso
chino!
Alega que la noción de que China ha suplantado o pronto
suplantará a Estados Unidos en su liderazgo mundial no tiene nada que ver con
los hechos, ya que existe una brecha muy sustancial en poder y en el
ingreso per cápita.
Aduce que las relaciones militares fueron restauradas con
la visita del anterior secretario del Pentágono Robert Gates y desecha la
leyenda de la nueva política de contención de Estados Unidos, pero admite el
riesgo del dilema de seguridad entre Estados Unidos y China: la noción de que
cada uno está destinado a ver los pasos que la otra parte da por razones
defensivas como por acción ofensiva.
Razona que el dilema de seguridad y la desconfianza mutua
pueden ser superados por el DEE.
O’Reilly aduce que China no puede igualar el poder
militar de Estados Unidos a mediano plazo, por lo que el gobierno chino desea
desarmar en forma efectiva la ventaja táctica de Estados Unidos, creando
una situación de dependencia mutua y económica casi total.
Concluye que China busca crear un nuevo orden mundial, en
el que el conflicto militar de las mayores potencias se vuelva obsoleto por la
integración económica. ¿Podrá?
Alfredo Jalife-Rahme para "Red Voltaire".
No hay comentarios:
Publicar un comentario