La
odisea de “La Argentina” por el mundo
Es un consuelo, al repasar
la desgraciada historia argentina, pródiga en traidores, corruptos, incompetentes y
malvados, encontrarse con este francés iracundo que anduvo por los siete mares
liberando esclavos, soñó con rescatar a Napoleón de su forzado exilio en Santa
Elena y fue amo y señor de California por cinco días, amparado en el pabellón
celeste y blanco. Una historia apasionante, que nada tiene que envidiarles a
las hazañas de Sandokán, el Corsario Rojo, Jack Aubrey o el Capitán Blood. ¡Al
abordaje!
EL PARTO DE UNA REVOLUCIÓN
Los primeros meses de los
gobiernos revolucionarios de Buenos Aires fueron muy difíciles. Sólo en el
frente marítimo, debían enfrentar a la poderosa flota que controlaba el Río de
la Plata desde Montevideo (de hecho, Buenos Aires fue bloqueada y bombardeada
en 1811). La primera e improvisada armada patria, confiada al mando del
navegante maltés Juan Bautista Azopardo, había sido destrozada en San Nicolás a
principios de ese año. El propio jefe fue hecho prisionero, y pasó los siguientes
diez años en una prisión española.
La inexistencia de una marina,
y el proyecto de expedición de reconquista de Fernando VII decidieron a los
rebeldes rioplatenses a otorgar patentes de corso a aventureros de variadas
nacionalidades. La expedición antedicha terminaría invadiendo Venezuela y Nueva
Granada, pero igual se siguió adelante con la idea.
¿QUÉ ES UNA PATENTE DE CORSO?
El corso era considerado
entonces una legítima manera de guerrear (1). Con algo de cinismo, podría
decirse que permitía que la iniciativa privada participara en una guerra,
asociada a un Estado beligerante. Los ingleses lo emplearon por siglos contra
sus enemigos, en especial España, y los norteamericanos le dieron a la Pérfida
Albión un poco de su propia medicina durante la guerra de 1812-1814. Al
terminar este conflicto, muchos corsarios con base en Baltimore continuaron en
el negocio gracias a las patentes de una nación en la que no habían estado ni
estarían jamás: las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La patente de corso era un
contrato por el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de atacar,
apresar, saquear o destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a
cambio de permitirle quedarse con una cierta parte del botín obtenido. A veces
el Estado emisor de la patente aportaba la nave, o al menos pertrechos, víveres
y una parte de la tripulación; el corsario (o su armador) debía cargar con el
resto de los gastos. La campaña no solía durar más de un año, al cabo del cual
se debían devolver al gobierno los bienes confiados, así como entregar las
municiones y armas obtenidas en las capturas en el mar.
En caso de naufragio, el
corsario quedaba exento de todo reintegro. Debía llevar un registro de lo
sucedido en la campaña, así como debía izar, en el momento del ataque, la
bandera del estado emisor de la patente.
El corso hispanoamericano se
inició en 1814, el año en que por fin se terminó con el peligro que
representaba Montevideo. Alcanzó su apogeo alrededor de 1818 y finalizó en
1823. Las naves bajo pabellón argentino realizaron las acciones más
importantes. Las principales zonas de actuación fueron el Atlántico Sur y el
Caribe, donde actuaron unos 60 corsarios, pero también hubo ataques en el
Océano Pacífico y hasta en el Mar Mediterráneo. En el apogeo del corso, la
ciudad de Cádiz estuvo a punto de ser bloqueada por naves hispanoamericanas.
Desde la Banda Oriental
operaban más de 30 corsarios con patentes otorgadas por Artigas, quienes
capturaron naves españolas y, tras la invasión de 1816, portuguesas. En el
Caribe actuaron naves de la Gran Colombia y de México en combinación con los
corsarios argentinos, siendo su base de operaciones la isla Margarita. Los
corsarios chilenos, armados luego de la independencia de su país con apoyo de
marinos argentinos y británicos, hicieron varias presas del comercio realista
con base en Lima entre 1818 y 1820.
Las consecuencias más
importantes del corso fueron las pérdidas y el estancamiento comercial que
causaron al comercio español: sólo los corsarios de Buenos Aires capturaron
unas 150 presas.
Entre los más destacados
figuran el irlandés Guillermo Brown (el creador de la armada argentina), el
norteamericano David Jewitt (quien entre otras acciones destacadas tomó
posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de Buenos Aires en 1820)
y el protagonista principal de esta historia.
HIPPOLYTE BOUCHARD
André Paul Bouchard nació el
15 de enero de 1780 en Bormes (2) una localidad francesa cercana a Saint
Tropez. Era hijo de André Louis Bouchard, posadero y luego próspero fabricante
de tapones de corcho, y de Thérese Brunet.
André era un "niño
inquieto y travieso", al que le gustaba conversar con las gentes del mar y
quería ir a la guerra. Bartolomé Mitre describe al Hipólito Bouchard adulto
como de tez morena, cabello oscuro y ojos negros rasgados, penetrantes y duros,
que "despedían fuego".
Luego que Thérese enviudara,
se volvió a casar y su nuevo esposo dilapidó su pequeña fortuna. André (que en
fecha desconocida se cambió su nombre a Hippolyte, Hipólito) por poco arroja a
su padrastro por la ventana.
Hipolito Bouchard |
En 1798 Hipólito se fue de su
casa y se enroló en la armada francesa. Sirvió en las desventuradas campañas de
Egipto y Santo Domingo y se desilusionó con el curso de la Revolución Francesa,
y terminó emigrando al Río de la Plata en 1809. Bouchard pronto comenzó a
sentir simpatía por las ideas expresadas por el sector más radical de la Junta
de Mayo, liderado por Mariano Moreno, y puso sus conocimientos navales a
disposición de la Revolución.
Cuando el gobierno patriota
enfrentó las primeras hostilidades en el Río de la Plata, Bouchard sirvió como
segundo de Azopardo en la primera escuadrilla argentina, comandando el
bergantín "25 de Mayo". Tras la derrota de San Nicolás, el 2 de marzo
de 1811, fue injustamente acusado de cobardía e irresolución. Sustanciado un
proceso, terminó absuelto, reconociéndose que cumplió con su deber hasta que se
vio desamparado por su tripulación, que entró en pánico en pleno combate.
En el invierno de 1811, desde
una lancha cañonera, Bouchard enfrentó a las naves que el virrey Elío envío
para bombardear Buenos Aires. Durante el año siguiente peleó en el Paraná, al
mando de una balandra (el "Bote de Bouchard") persiguiendo a las
naves enemigas.
En marzo de 1812 ingresó a un
cuerpo con la organización y disciplina propia del ejército napoleónico: el
flamante Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín. Como alférez,
Hipólito Bouchard participó en la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de
1813, jornada en la que no pasó desapercibido: tomó "una bandera que pongo
en manos de V.E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D.
Hipólito Bouchard", en las propias palabras del Libertador. Bouchard
siempre luciría con orgullo el aro en la oreja, símbolo de los granaderos.
Acompañó a San Martín a
reforzar el Ejército del Norte, hasta entonces comandado por Manuel Belgrano.
Luego fue al ejército de la Banda Oriental y, tras obtener licencia para volver
a Buenos Aires, se le dio el mando de la fragata "María Josefa".
El libertador General José de San Martín |
En 1813 se casó con Norberta
Merlo, hermana de su amigo Ramón e hija de un ex oficial español que se había
batido, ocho años antes, en Trafalgar. El matrimonio fue conveniente a los
fines de ascender en la escala social, emparentándose con una familia
rioplatense.
Para entonces, Bouchard
hablaba un particular híbrido de español de Buenos Aires y francés de Provenza.
Se reconocía su entrega incansable, a la vez que su temperamento exaltado: no
era extraño verlo pegando planazos con su sable a sus subordinados más
indisciplinados.
LA GUERRA DE CORSO EN EL
OCÉANO PACÍFICO
En septiembre de 1815, el
Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas le otorgó la patente de corso a
Bouchard, en una expedición financiada por Vicente Anastasio Echevarría.
Echevarría era un abogado
rosarino de dilatada vida pública. Sus padres habían soñado que fuera
sacerdote, destino que se encargó de cambiar cuando decidió estudiar leyes y se
casó con su prima, provocando un escándalo que llegó hasta los tribunales.
Combatiente en las Invasiones Inglesas, dueño de una fortuna importante, estuvo
desde el principio de la Revolución, tras bambalinas, cerrando acuerdos y
financiando a los ejércitos patriotas. Echevarría sería un hombre providencial
para Hipólito Bouchard, quien sabía ganarse enemigos con suma facilidad.
Dos naves corsarias pusieron
proa al Cabo de Hornos para actuar en el Océano Pacífico. Una tormenta hundió
el barco comandado por Oliverio Russell; Bouchard logró salvar el suyo, la
corbeta "Halcón", y rodear el Cabo, pese a la oposición de sus
oficiales, que querían volverse y llevaron su insubordinación al borde del
motín.
A fines de 1815, en la Isla de
la Mocha, Bouchard se reunió con Guillermo Brown para coordinar acciones
conjuntas. Fue un encuentro de temperamentos opuestos, que se proyectaban a las
tripulaciones: profesionales, respetuosos del orden y de su capitán, en el
buque del irlandés; indisciplinados y fuertemente enfrentados con el mando, en
la nave del francés.
El Almirante Guillermo Brown |
En la reunión acordaron que
Brown sería el comandante general de la expedición. Bouchard debió aceptar,
pero no estaba de acuerdo con los desmesurados planes del irlandés, que decidió
el bloqueo nada menos que de la fortaleza española de El Callao.
Los tres barcos de la pequeña
flota corsaria (la fragata "Hércules", el bergantín "Santísima
Trinidad" y la corbeta "Halcón") hostigaron las líneas de
comunicación realistas. Entre otras hazañas, hundieron la fragata "Fuente
Hermosa" y capturaron una nave similar, la "Consecuencia", el 28
de enero de 1816. Ese barco sería luego rebautizado con el nombre de "La
Argentina", el buque que daría la vuelta al mundo al mando de Bouchard.
En un ataque a Guayaquil,
Guillermo Brown fue capturado por las fuerzas españolas. Bouchard y el hermano
de Brown, Miguel, negociaron un canje para recuperar al prisionero, a cambio de
ceder gran parte del botín obtenido.
Poco después, Bouchard informó
a Brown que su barco hacia agua y que volvería a Buenos Aires. Negociaron el
reparto de bienes; a Bouchard le tocó en suerte la "Consecuencia",
por la que cedió la "Halcón", y mantuvo otra nave muy deteriorada, la
"Carmen" o "Andaluz", para la que tenía otros planes: se la
dejó a los oficiales que habían intentado insubordinarse ...
COMIENZO DE LA VUELTA AL MUNDO
"El capitán, a cuya
dirección iba fiada 'La Argentina' y su fortuna, reunía en sí, física y
moralmente, las cualidades y defectos de un héroe aventurero". Bartolomé
Mitre, "El crucero de La Argentina. 1817-1818"
A mediados de 1816, Hipólito
Bouchard desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos de una
nueva expedición corsaria, patrocinada otra vez por Vicente Echevarría.
Se hizo de los pocos recursos
que el gobierno podía darle (sables de caballería, para una operación en el
mar...) y preparo su tripulación, en la que se destacaba un joven criollo que
participó en su anterior viaje, Tomás Espora, a quien esperaba un glorioso
futuro en la marina argentina.
El primer inconveniente que
debió afrontar la expedición ocurrió cuando todavía no había partido y casi
termina con la aventura antes de empezar. En la noche del 25 de junio de 1817,
una discusión a bordo del buque terminó en una pelea que debió ser reprimida
por la infantería de marina, con el saldo de dos muertos y cuatro heridos
graves. El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón suspendió la partida de
"La Argentina" y ordenó una investigación sobre las causas del motín.
Nuevamente, la muñeca política de Echevarría destrabó el conflicto. Dos días
después de los incidentes, la expedición por fin pudo zarpar.
"La Argentina"
enfiló hacia África. En medio del mar se debió sofocar un incendio intencional,
que casi termina con la fragata. Para empeorar la situación, las diferencias
entre los expertos marinos extranjeros (principalmente británicos) y los
criollos, para nada habituados a la dura vida del mar, amenazaban ahondarse con
la tensión de los días en el océano.
Cruzar el Atlántico les llevó
poco más de dos meses. El 4 de setiembre de 1817, "La Argentina"
atracó en el puerto de Tamatave, en la costa oriental de Madagascar. Allí
inspeccionó cuatro barcos (tres ingleses y uno francés), ejerciendo el derecho
de visita que Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaban en África desde 1812.
Bouchard comprobó que se trataba de barcos negreros, y entonces liberó a los
esclavos y requisó los víveres. Cinco marineros de la goleta negrera francesa
pidieron alistarse en "La Argentina", al conocer que su capitán era
francés y luchaba por la libertad. En cuanto llegó la corbeta de guerra
británica "Comway", Bouchard puso a su capitán al tanto de lo obrado
y lo dejó al mando de las tareas de vigilancia.
"La Argentina"
entonces puso proa a Oriente en busca de navíos enemigos. Nuevamente debió
afrontar fuertes tempestades, y durante la travesía del Océano Índico buena
parte de la tripulación enfermó de escorbuto. Los alimentos empezaron a
escasear: sólo quedaban galletas, demasiado duras para ser masticadas por los
enfermos, que debían mojarlas para poder comerlas. No había día que no
arrojaran un muerto al agua. El 18 de octubre, el capitán de un buque
norteamericano les informó que hacía más de tres años que las naves españolas
de la Compañía de Filipinas no traficaban en los puertos de la India. Hipólito
Bouchard supo que debía llegar a dichas islas si quería encontrar españoles.
El 7 de noviembre, con una
tripulación diezmada, "La Argentina" fondeó en la isla Nueva de la
Cabeza de Java. Desembarcaron a los enfermos y armaron tiendas de campaña. Tras
unos días, fray Bernardo de Copacabana, sacerdote betlemita que hacía de médico
a bordo, decidió probar con un singular método para recuperar a los enfermos:
los enterró hasta el cuello en la arena. En palabras del propio Hipólito
Bouchard: "el que era pasado totalmente del escorbuto murió al cabo de una
hora desde que se hallaba en la tierra y los demás consiguieron mejorarse. Esta
operación se repitió muchas veces hasta que los pobres podían servirse de sus
miembros".
Itinerario seguido por la fragata "La Argentina" en su expedición de corso al mando de Bouchard - 1817-1819. |
Al mediodía del 7 de diciembre
fueron atacados por piratas malayos, famosos por su crueldad. Bouchard no tenía
artilleros sanos para emplear sus cañones, y entonces ordenó a sus hombres
enfrentar el peligro con fusiles y armas blancas. El fuego nutrido impidió el
abordaje de los piratas, cuyo comandante, al verse derrotado, se clavó dos
puñaladas en el pecho y se arrojó al mar. Cinco de sus oficiales lo imitaron.
Bouchard ordenó la toma de la
nave y la reducción de los piratas derrotados. Otras cuatro embarcaciones
escaparon. Siguiendo los usos y costumbres del mar, Hipólito Bouchard convocó
un consejo de guerra que juzgó a los prisioneros. Probados sus crímenes (entre
ellos, el asesinato de toda la tripulación de un barco portugués que ya se
había rendido), el consejo sentenció a muerte a los piratas, con excepción de
algunos menores que fueron recibidos como grumetes.
Los piratas malayos fueron
devueltos a su nave, a la que se le aserraron sus palos. Luego, Bouchard ordenó
el fuego. Los piratas desaparecieron bajo las aguas gritando: "¡Alá!
¡Alá!".
Tras esta aventura, "La
Argentina" soportó la calma de un mar sin vientos en el pasaje del
estrecho de Macasar hacia el Mar de las Célebes. Luego enfiló hacia la isla de
Luzón y, más allá, Manila, la joya del imperio español en Oriente, a la que
pretendía bloquear.
Durante dos meses "La
Argentina" bloqueó Luzón, hundió dieciséis barcos, abordó otros dieciséis
y apresó a cuatrocientos realistas. El bloqueo del comercio español causó en
Manila una inflación del 200 % en dos meses. Hipólito Bouchard decidió luego ir
a China, en busca de más navíos españoles.
En el viaje a Cantón, "La
Argentina" estuvo a punto de zozobrar por las fuertes tormentas que debió
afrontar, con la consecuencia de que varios tripulantes convalecientes
murieron. Como agravante, los víveres volvieron a escasear. Bouchard revió su
plan y puso proa a las Islas Sandwich, las actuales Hawaii, para
reaprovisionarse y recuperar a su tripulación.
Uno de sus biógrafos (Julio
Manrique, tripulante de "La Argentina") asegura que, en esos días, el
corsario francés meditó atacar la isla británica de Santa Elena y liberar a su
admirado Napoleón. La inconveniencia política del gesto y la presión de la
tripulación para dirigirse a Hawaii le habrían hecho renunciar a esa
aspiración. Manrique es el único de todos los cronistas que menciona la
historia (hecho que, en mi opinión, no invalida su relato). Empero ¿quién sabe?
tal vez sólo sea una más de las leyendas que rodean la vida de Hipólito
Bouchard.
EN HAWAII
El 18 de agosto de 1818,
"La Argentina" fondeó en la bahía de Kealakehua, en una de las islas
del archipiélago hawaiano. Hawaii era entonces un reino independiente,
gobernado por Kamehameha I, un monarca benévolo y progresista, que había armado
una pequeña flota con la que comunicaba las islas del reino y comerciaba con
China. Se había rodeado de asesores europeos, que lo aconsejaban en su trato
con las potenciales imperiales de la época.
Hawaii también era una especie
de paraíso mahometano: se caracterizaba por la desinhibición sexual de sus
mujeres, bellas morenas de senos descubiertos, que siempre hicieron las
delicias de los marinos que arribaron a sus tierras...
Apenas llegó, Bouchard se
encontró, atracada en el puerto, una nave que había sido comprada por el rey.
Tras prudentes averiguaciones, Bouchard descubrió que era la corbeta argentina
"Santa Rosa", o "Chacabuco", que se aprestaba a partir,
también en afán corsario, cuando "La Argentina" dejó Buenos Aires. La
tripulación de la "Santa Rosa" se había rebelado frente a la costa de
Chile y, tras desembarcar a sus oficiales, peregrinó por el Pacífico hasta
Hawaii. Los hombres se dispersaron por la isla, habían tomado mujer y estaban
adaptados a las costumbres locales. Ante la falta de tripulación, el capitán le
vendió el buque al rey Kamehameha y partió sin que se supiera más de su suerte.
Entonces, una ley del mar, que
se aplicaba estrictamente, establecía que cualquier capitán que encontrase
marineros amotinados debía ejecutarlos sin dilación, para escarmiento y para
evitar que el ejemplo cundiese. En esa época los oficiales eran pocos; la
mayoría de la tripulación de cualquier barco estaba formada por levados,
esclavos, condenados y capturados.
Bouchard apresó a un grupo de
hombres del "Santa Rosa" que estaban escapándose de las islas.
Comprobó que la corbeta estaba totalmente desmantelada, varada en el puerto, y
decidió efectuar el reclamo ante el propio monarca. Finalmente ambos llegaron a
un acuerdo: el rey devolvía la nave, aportaría hombres a la tripulación de
Bouchard (unos cien) y éste indemnizaría a la corona por los gastos de compra
del buque.
En las memorias de José Piris,
integrante de la expedición de Bouchard, se afirma que Kamehameha firmó un
Tratado de Comercio, Paz y Amistad con Hipólito Bouchard, en el que reconocía
la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De haber sido
así, Hawaii sería el primer país no hispanoamericano en reconocer la
independencia argentina, ya que recién en 1821 Portugal haría lo propio, un año
antes que Brasil y Estados Unidos y cuatro antes que Gran Bretaña. Empero, ni
en la bitácora de Hipólito Bouchard ni en ninguna otra fuente se asienta el
reconocimiento de la independencia argentina, hecho de gran magnitud para
faltar en la crónica de los hechos.
Bouchard prosiguió la captura
de los amotinados del "Santa Rosa" en Kaouai. En Oahu, la isla más
grande y rica de Hawaii, cargaron provisiones y atraparon a los últimos
amotinados que se habían escondido en los bosques (uno fue condenado a muerte y
el resto a recibir azotes). Tras otorgar grados militares al rey Kamehameha y
nombrar algunos cónsules, decisiones para las que no estaba facultado, Hipólito
Bouchard partió hacia el este. Junto a "La Argentina" iba la nueva
nave de la flota, la "Santa Rosa", al mando de Peter Corney, ex
marino a quien Bouchard conoció en Hawaii, regenteando la taberna del pueblo.
YENDO A CALIFORNIA
California era, en esos años,
apenas un puñado de misiones franciscanas dispersas sobre la costa, donde
religiosos y nativos vivían plácidamente. La capital era Monterrey. Se
cultivaba trigo, alfalfa y frutales, y había una incipiente industria
vitivinícola. Los vinos, junto a los cueros, el sebo y los manufacturados de
los ovinos eran los principales artículos de exportación. Aislados por el desierto,
su comunicación principal era marítima.
El 20 de noviembre de 1818,
los vigías de Monterrey vieron arribar a "La Argentina" y a la
"Santa Rosa". De pronto, el viento cesó y la corbeta "Santa
Rosa" quedó varada. El gobernador Solá había mandado instalar dos baterías
en la playa para proteger el desembarcadero: en quince minutos, la corbeta fue
acribillada y el puente argentino se llenó de muertos y heridos.
Era la madrugada del 24 de
noviembre, con los hombres rescatados del "Santa Rosa", Hipólito
Bouchard desembarcó con 200 infantes y marineros, armados de fusiles o lanzas,
además de algunos cañones. Las primeras respuestas de los guardias fueron
repelidas. Los apenas 25 soldados españoles huyeron asustados.
Uno de los guerreros hawaianos
que integraban la tripulación arrió la bandera española y enarboló la enseña
argentina. Desde esa noche, hasta el 29 de noviembre, California fue argentina.
Como era esperada la presencia
corsaria, el gobernador había ordenado la evacuación preventiva de mujeres y
niños, además de los archivos y dinero de la Real Hacienda. Los esperados
refuerzos de San Francisco y San José no intentaron recuperar la ciudad, sino
que esperaron la ida de los argentinos.
Las tripulaciones de "La
Argentina" y de la "Santa Rosa" se dedicaron al saqueo. Los
marinos hawaianos tenían predilección por... los vestidos de las mujeres que
encontraron en las casas. El ganado que no podía llevarse, se mataba. Se
incendió el fuerte, el cuartel de artilleros, la residencia del gobernador y
las casas de los españoles, pero se respetaron tanto los templos como las
propiedades de los criollos.
Poco después atacaron el
rancho El Refugio, la hacienda de los Ortega, contrabandistas conocidos de la
zona, quienes habían colaborado con las autoridades coloniales contra los
patriotas mexicanos. Se repitió el saqueo como en Monterrey (3).
Cinco países fueron los conquistadores de California; el Imperio español (siglos XVII al XIX); Rusia (1812), Provincias unidas del Río de la Plata (1818); México (1821) y EE.UU. (1848). |
Luego, los corsarios atacaron
San Juan de Capistrano. Bouchard solicitó provisiones a cambio de no hostilizar
la población, recibiendo como respuesta una bravuconada del prior. Una partida
saqueó la misión, bien nutrida de licores, pero sin dinero ni tesoros, los que
ya habían sido evacuados. El retorno de estos hombres a "La
Argentina" fue un tanto errático, por su grado de ebriedad (4).
La pequeña flota corsaria pasó
de largo frente a San Diego y se refugió, para reparar los buques, en la bahía
Vizcaíno (hoy Key Biscayne, de siempre grato recuerdo para el tenis argentino).
Permanecieron en ese lugar hasta enero de 1819, cuando partieron hacia el sur,
a rondar los puertos de San Blas y Acapulco. Ya en América Central, atacaron
Sonsonete, en El Salvador, y el 2 de abril, el Realejo, en Nicaragua, uno de
los centros más importantes del comercio y la marina colonial española, amén de
principal astillero del Pacífico.
Bouchard decidió atacar el
puerto con dos lanchas armadas de cañones y botes tripulados por medio centenar
de hombres. Entraron en el canal antes del amanecer, pero fueron descubiertos
por el vigía al salir el sol. Pronto todas las fuerzas enemigas estuvieron
listas para su llegada, formando una doble hilera de defensa, compuesta por un
bergantín, un pequeño lugre y una goleta. Sin embargo, y con sus magros
recursos, los corsarios igual capturaron el puerto.
A la mañana siguiente,
quemaron el bergantín y la goleta, insatisfechos por el pobre rescate ofrecido
por sus dueños, e incorporaron el pequeño lugre y la nave "María
Sofía" (anclada en el puerto) a la flota de Buenos Aires.
La aventura de Hipólito
Bouchard en el Pacífico Norte terminó tras el enfrentamiento con un bergantín
que cañoneó a la "Santa Rosa", sembrando de muertos y heridos la
cubierta. Sin "La Argentina" (dedicada a la tarea de vigilar las
presas capturadas en Realejo) Bouchard se disponía a un duro ataque enemigo
cuando, sorpresivamente, a poco de entrar en batalla, la nave agresora arrió la
bandera hispana y alzó la chilena. Era una embarcación corsaria, capitaneada
por un tal Coll, que se había enfrentado a la "Santa Rosa" creyéndola
española. Indignado, Hipólito Bouchard pidió que le enviaran un cirujano para
atender a los heridos. Como respuesta, Coll se marchó.
LA LIBERACIÓN DEL PERÚ
Ante los daños de la
"Santa Rosa" y, al tanto de que San Martín estaba por lanzar su
campaña marítima contra el poder español en Perú, Bouchard decidió dar por
finalizada la expedición y enfilar hacia Valparaíso. Cuando llegó al puerto, se
encontró con desagradables sorpresas. Por orden del vicealmirante escocés Lord
Cochrane (el "Lord filibustero" como lo llamaba San Martín) fueron
arrestados, causados de piratería; el cargamento fue confiscado. Bouchard trató
de resistir, pero la superioridad de sus adversarios hizo inútil cualquier
defensa. Se rindió y quedó detenido.
Se inició un tortuoso juicio,
en el que su defensor fue Tomás Guido. San Martín, Sarratea, Echevarría,
O'Higgins, apelaron en su favor. Dado los débiles cargos del expediente, surge
la idea de que la codicia de Lord Cochrane fue el acicate para el despojo, como
tiro por elevación a San Martín, con quien tenía una sorda lucha.
Enfurecido ante la injusticia,
el coronel Mariano Necochea, compañero de Bouchard en San Lorenzo, armó un
piquete de sus granaderos y tomó "La Argentina", desoyendo las
amenazas de las autoridades. La nave le fue reintegrada al capitán francés.
Una vez liberado, Bouchard
recorrió "La Argentina"y se encontró con que los cañones y velas
habían sido retirados para equipar otras naves. No había ninguna embarcación
menor, ni cabos, palos, vergas o timón. La bandera celeste y blanca, ennegrecida,
yacía en un rincón de la cubierta. La bodega estaba vacía: todo lo ganado en la
excursión en el Pacífico había sido saqueado.
Echevarría había conseguido
nuevas patentes de corso y planeaba llamar a Bouchard a Buenos Aires, para
operar con sus flotas en el Litoral argentino, pero el marino tenía otros
planes. Ni él, ni sus subordinados, pretendían perderse la campaña libertadora
al Perú. En una carta a Echevarría, Bouchard le comunicó que había decidido
participar en la expedición a la tierra de los incas, y le pidió que velara por
las necesidades de su familia (su esposa y sus hijas Carmen y Fermina) y se
comprometió a reintegrarle los gastos a su regreso. Echevarría se enfureció y
se negó. La familia de Bouchard quedó librada a su suerte.
Por los daños sufridos, tanto
"La Argentina" como la "Santa Rosa" sólo hacían transportes
de carga para los ejércitos libertadores, desembarcados en Perú en setiembre de
1820. Parecía el fin. Al poco tiempo, "La Argentina" fue desguazada y
vendida como leña vieja. La "Santa Rosa" se incendiaría luego, en la
revuelta del Callao de 1824.
Sin recursos económicos,
Hipólito Bouchard se presentó al general San Martín y le rogó que lo dejara
regresar a Argentina. Pero el Libertador le pidió cinco meses más, tal vez
pensando en darle el mando de la marina peruana tras la liberación (el 28 de
julio de 1821, José de San Martín proclamó la independencia en Lima).
Cuando Cochrane se apoderó de
los caudales limeños depositados en sus buques de guerra, con el pretexto de
cobrar haberes adeudados, San Martín organizó la marina de guerra peruana y le
dio a Bouchard el mando de la fragata "Prueba", la nave más
importante de la flota. Lord Cochrane temió el enfrentamiento con el héroe
francoargentino y dio marcha atrás.
EL FINAL, LEJOS DEL MAR
Hasta 1828 Hipólito Bouchard
siguió al servicio de la marina peruana. Entonces se retiró y se estableció en
las haciendas de San Javier y San José de Nazca, adjudicadas como recompensa
por el Congreso peruano. Bouchard fundó un gran ingenio azucarero, al que llamó
"La Buena Suerte". Entonces, las Provincias ya no más Unidas se
desangraban en la guerra civil. El héroe de antaño nunca volvió a ver a su
esposa ni a sus hijas, y se volvió cada vez más hosco. Su cólera explotaba a
cada momento y se descargaba violentamente, justo él, el libertador de
esclavos, contra los peones de sus haciendas.
En el anochecer del 4 de enero
de 1837 golpeó a un sirviente, pero esta vez, hubo violentas protestas.
Hipólito Bouchard tomó un pistolón y su viejo sable de abordaje, pero fue
tarde. Los sirvientes lo mataron a puñaladas.
Sus restos estuvieron perdido
por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una
cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú. El 6 de julio de ese año, los
restos fueron exhumados por una comisión conjunta de las marinas argentina y
peruana y repatriados a Buenos Aires, a bordo de un crucero llamado "La
Argentina". Hoy reposan en el Panteón de Buenos Aires.
FUENTES:
Libros:
La mejor fuente posible, un
siglo y pico después, sigue siendo la obra de Bartolomé Mitre, "El crucero
de la Argentina 1817-1819", incluida en "Páginas de Historia",
que se puede descargar gratis (en formato .pdf, 757 Kb) de http://www.e-libro.net/E-libro-viejo/libros_gratis.htm.
"El Águila
Guerrera". Pacho O'Donnell, Editorial Sudamericana, 1998.
"Corsarios
argentinos". Miguel Angel de Marco, Editorial Planeta, 2002.
Artículos:
"Cuando Hawaii tuvo
bandera argentina". Conrado Etchebarne Bullrich. La Nación, Suplemento
Enfoques, domingo 14 de setiembre de 1997.
Links:
http://humano.ya.com/superchatarra/edanteriores/noviembre2003/laargentina.htm
(muy detallado artículo).
http://www.ara.mil.ar/historia/origen.htm
(página de la Armada Argentina).
http://www.launion.com.ar/230502/230502cue00a.htm
(sobre el supuesto intento de rescate de Napoleón).
http://www.elhistoriador.com.ar/
(sitio del historiador Felipe Pigna)
http://www.cibernautica.com.ar/historias/index.htm
(algunos relatos del viaje alrededor del mundo)
http://www.argentinidad.com/biografias/buchardo.htm
(atención: contiene un error de fecha y lugar de nacimiento de Bouchard).
http://culturitalia.uibk.ac.at/hispanoteca/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Patente%20de%20corso.htm
(para saber qué es una patente de corso).
http://www.ville-bormes.fr/vivre-personnalites.asp
(en francés; sitio de la villa natal de Bouchard)
http://www.noquartergiven.net/SJCmission.htm
(en inglés; sitio de la misión de San Juan de Capistrano, célebre para los fans
de la serie "El Zorro" con Guy Williams). Hay fotos del
"festival" que recuerda el asalto de los corsarios argentinos.
http://www.missionsjc.com/pirate.html
(en inglés, similar a la página anterior).
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