Creada en Pittsburgh, en 1888,
Alcoa es hoy el líder mundial de la extracción y refinado de bauxita y de la
fabricación de aluminio y derivados de ese mineral. Lo interesante es que en
Estados Unidos hay poca bauxita y que los yacimientos de ese mineral se
concentran en Sudamérica, África, Rusia, China, el sudeste asiático y
Australia. Por esas razones, Alcoa siempre ha tratado de acaparar la materia
prima, en cualquier región del mundo y por todos los medios. Su historia está
por lo tanto estrechamente vinculada a la del imperialismo estadounidense. No
es por casualidad que después del golpe de Estado en Indonesia orquestado por
la CIA en 1965, que costó la vida a más de un millón de personas, fue precisamente a
Alcoa que el dictador Suharto otorgó la mayor tajada en el negocio de la
bauxita indonesia. En Chile, después del golpe de Estado que la CIA organizó en
ese país en 1973, fue también a Alcoa que Pinochet concedió el control de la
bauxita, anteriormente nacionalizada por el derrocado presidente Salvador
Allende. Y no es tampoco por casualidad que el presidente de Paraguay, el ex
obispo Fernando Lugo, que quería nacionalizar las minas de bauxita de Alcoa en
su país, fue destituido en junio de 2012 mediante un golpe de Estado
“institucional” organizado por la CIA.
El poder de Alcoa, propietaria
de más de 200 instalaciones en 31 países de todos los continentes, va mucho más
allá de actividad industrial. Como puede verse en la documentación revelada por
Wikileaks, detrás de Alcoa se hallan las más poderosas oligarquías financieras
estadounidenses, desde Citicorp hasta Goldman Sachs (que tuvo a Mario Monti
[Actual primer ministro de Italia. NdlR.] como consultante internacional). Y
también está el complejo militaro-industrial ya que Alcoa Defense, cuyos
ingresos están en fuerte alza, fabrica aleaciones especiales de aluminio para
misiles, drones, blindados, navíos y aviones de guerra. Para los cazas F-35,
Alcoa produce elementos estructurales de primera importancia (para las alas y
el fuselaje, de una sola pieza. NdT.).
Fue en ese marco de vigorosos
poderes que maduró, por razones que no son sólo de orden económico sino de
naturaleza política y militar, la decisión estratégica de Alcoa de crear en
Arabia Saudita el más extenso y también el más económico complejo integrado
para la producción de aluminio.
Ese super-complejo, que debe entrar en
funcionamiento el año próximo con energía y fuerza de trabajo de bajo costo, ya
que esta última debe componerse en gran parte de inmigrantes, asumirá la
producción que anteriormente garantizaba la planta de Alcoa en Portovesme, y
quizás también la de Fusina.
Se concluye así una operación
iniciada y perfeccionada por los sucesivos gobiernos italianos de Lamberto
Dini, Romano Prodi y Massimo D’Alema [2]. En 1996, Italia cedió a Alcoa el
grupo Alumix, parcialmente estatal, que era la base de la industria italiana
del aluminio, y también comenzó a proporcionarle electricidad –a través de ENEL
[Ente Nazionale per l’Energia Elettrica, NdlR.] y a precios muy reducidos. Esa
facilidad (concedida también por los gobiernos posteriores (Amato, Prodi y
Berlusconi), la pagaron los usuarios italianos, cuyos facturas aumentaron en
varios miles de millones de euros, dinero que terminó en las cajas de Alcoa. Y
ahora que ya exprimió el limón, Alcoa se va [de Italia] dejando tras de sí no
sólo trabajadores sin trabajo sino también daños medioambientales y sanitarios
provocados por sus emisiones de sustancias químicas y sus desechos
industriales, daños que exigirán nuevos desembolsos de fondos públicos.
Pero no todo está perdido. El
aluminio de Alcoa volverá a Italia en forma de aviones de combate F-35, que
también nos costarán unos cuantos miles de millones de euros.
[1] Alcoa ha anunciado el
cierre de su planta de Portovesme, en Cerdeña, lo cual debe traducirse en más
de mil despidos.
[2] Menos los gobiernos de
centroderecha de Silvio Berlusconi, todos los demás gobiernos citados son de
centroizquierda.
Fuente: Red Voltaire.
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