José Testón ha vivido en este lugar los últimos 20 años. A primera vista, es
una zona rural como cualquiera; sin embargo, este agricultor cubano cree que
como esta no hay otra tierra en toda la isla.
“Para mí la importancia que tiene
eso fue que ahí era la protección de Cuba por la Unión Soviética. Entonces yo
creo que es un lugar histórico”, opina José.
En 1962 en Pinar del Río,
provincia occidental de Cuba, se alojaba uno de los regimientos soviéticos que
se habían desplazado para proteger la isla de una posible invasión
norteamericana. En aquel entonces, la Mayor de las Antillas era un joven Estado
socialista que acaba de resistir un intento de cambio de poder. Tras el fracaso
en la playa Girón, Washington empezó a preparar una nueva operación.
Cuenta
Néstor García Iturbe: “Los planes eran después de la derrota de playa Girón
venir a invadir, pero con el Ejército de Estados Unidos y las fuerzas armadas
de Estados Unidos. Por eso se hizo una operación por parte de la CIA, que se
llamó la operación Mangosta, para tratar de matar a los dirigentes nuestros,
principalmente a Fidel, y habiendo ya acabado con nuestro Gobierno, poder
invadir, según creían ellos, con mayor facilidad”.
Los dirigentes de la Unión
Soviética estaban encantados de tener a un aliado del campo socialista en pleno
hemisferio occidental y también querían avanzar en la llamada carrera
armamentista. Para apoyar a los revolucionarios, Moscú les ofreció desplegar
misiles nucleares en su territorio de forma secreta. Fidel Castro estaba en contra
de esta operación, pero finalmente accedió. A Moscú le tocaba trasladar a unos
40.000 militares junto a los arsenales atómicos por el océano Atlántico sin que
la CIA lo notara.
Según el general retirado de servicios secretos rusos Nikolái
Leónov, “no tenían derecho a salir a cubierta para coger aire. Pequeños grupos
salían cuando otros entraban. Pero para ello los soldados se ponían blusas de
mujeres y pañuelos para imitar a campesinos. En las cubiertas estaban las
máquinas combinadas para recoger trigo, tractores y todo lo que pudiera engañar
a los pilotos norteamericanos”.
Al fin los soviéticos lo lograron. Y los
estadounidenses consiguieron detectar los misiles poco más de un mes después de
que estos arribaran a la isla. En el Pentágono estalló el pánico. Era la
primera vez que los norteamericanos se encontraban ante una amenaza real de su
seguridad nacional.
Las ojivas llegadas de la Unión Soviética a Cuba podrían
haber causado una explosión decenas de veces más fuerte que las de Hiroshima y
Nagasaki, en las que murieron más de 200.000 personas. Cualquier imprudencia
diplomática durante la crisis de los misiles de 1962 podría haber provocado la
guerra nuclear, que hubiera sido el último enfrentamiento bélico de la
humanidad.
Por lo visto, tanto en Moscú, como en Washington se dieron cuenta de
esto. Entre el Kremlin y la Casa Blanca se trazó una línea especial de
comunicación para que los líderes de ambos países pudieran comunicarse con el
fin de resolver la situación crítica.
"Ambos líderes se dieron cuenta de
que las cosas empezaban a quedar fuera del control y tuvieron que pararlo. Los
dos estaban dispuestos a sacrificar en alguna medida su propia carrera política
para alcanzar un acuerdo que les posibilitara salvar las apariencias”, cuenta
Philip Brenner, profesor de la Universidad Americana.
El apogeo de la crisis
vino después de que los servicios antiaéreos derribaran el avión-espía
estadounidense U2 que sobrevolaba territorio cubano. Al entender que estaban a
un paso de la guerra, el líder soviético Nikita Jruschov le ofreció al
presidente John Kennedy el desmantelamiento de las bases en Cuba a cambio de la
garantía de que Estados Unidos no invadiría a la isla caribeña y retiraría sus
misiles Júpiter de Turquía, que amenazaban al territorio de la URSS. El
presidente norteamericano aceptó las condiciones y así se cerró el capítulo del
episodio más crítico de la guerra fría.
Fuente RT
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