Esta confrontación ha demostrado, sin lugar a dudas, que Israel está completamente alineado con Washington y que cualquier conflicto entre el Estado hebreo y los árabes es en realidad una guerra dirigida por Estados Unidos, ya que Israel depende enteramente de ese país –en materia de armamento, de municiones, de tecnología y de finanzas– para salir del callejón sin salida en el que está metiéndose. Israel depende de las garantías que Estados Unidos logre arrancar a los Estados árabes y a los aliados de Occidente en la región. Esto se vio claramente con la llegada de la secretaria de Estado Hillary Clinton a la región, exactamente lo mismo que había hecho Condoleezza Rice en el momento de la agresión contra el Líbano, en 2006. Y también al igual que aquella vez, la jefa de la diplomacia estadounidense se dedicó ahora a negociar la participación de Egipto, Turquía y Qatar en el bloqueo contra la franja de Gaza y en los esfuerzos por neutralizar al Hamas a través de ofertas financieras, presentadas por el frente prooccidental. Lo primero era alejar al Hamas del frente de la Resistencia, manipulando para ello su afinidad con la Hermandad Musulmana.
La Resistencia ha logrado una victoria militar indiscutible que fue más allá del sólo hecho de impedir que Israel alcanzara sus objetivos. Pocas horas después del asesinato del jefe militar del Hamas, Ahmad Jaabari, el Estado hebreo anunciaba sus objetivos: destruir los cohetes almacenados, liquidar la cadena de mando de la Resistencia y acabar con la disuasión.
El análisis de los resultados del enfrentamiento muestra claramente que los ataques israelíes no afectaron seriamente a la masa de combatientes ni a los cuadros superiores de la Resistencia palestina. Por otro lado, las reservas de proyectiles de la Resistencia siguen siendo muy importantes y los cohetes siguieron cayendo sobre Israel hasta el último minuto. La Resistencia demostró además gran control de su cadena de mando y gozó de un fuerte respaldo popular. En el momento del anuncio de la tregua, Israel no había alcanzado ninguno de sus objetivos, pero había perdido terreno en materia de disuasión y su teoría sobre la posibilidad de ganar guerras utilizando la aviación había quedado definitivamente enterrada.
Por el contrario, ha sido la Resistencia la que ha fortalecido su propia disuasión con los tiros de cohetes que alcanzaron ciudades alejadas de las habituales líneas del frente. Algunos cayeron a 80 kilómetros de la franja de Gaza, cuando Israel ha basado toda su estrategia en que los cohetes de la Resistencia tenían un alcance máximo de 40 kilómetros. Ese hecho inesperado en el enfrentamiento constituye otro fracaso para Israel, ahora en materia de inteligencia, además de ser síntoma de la existencia de una gran confusión, que se acerca a veces al desorden, en la organización del frente interno.
La Resistencia demostró que ha sabido aprovechar las enseñanzas de las experiencias anteriores y que ha logrado fortalecer su capacidad militar con la aparición del cohete antitanque Kornett en el campo de batalla. Todos esos factores han sembrado la duda entre los israelíes en cuanto a la operación terrestre, para la que anunciaron haber movilizado 75 000 reservistas.
Estados Unidos temió que un posible ataque terrestre provocara disturbios y complicaciones en los países inestables de la primavera árabe, llevando así Egipto a suspender unilateralmente el acuerdo de paz de Camp David. Washington también advirtió a Israel sobre el posible comienzo de una nueva Intifada en Jerusalén y en Cisjordania, lo cual complicaría el juego en toda la región.
Estamos, por lo tanto, ante una indudable victoria militar de la Resistencia, aunque esta ha mostrado también carencias en cuanto a la gestión política de la batalla ya que las condiciones que presentó para la tregua estaban por debajo de lo obtenido en el terreno. Lo que habría que aclarar es si era realmente imposible haber obtenido el levantamiento del bloqueo. ¿Fue por eso que la Resistencia se contentó con reclamar la apertura de los puntos de paso?
Por Ghaleb Kandil - Fuente: Red Voltaire.
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