Los últimos días Turquía se ha visto sumergida en protestas antigubernamentales marcadas por la carga policial. Sin embargo el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, niega la acusación de que es un líder autoritario. "No soy un dictador", dijo.
El descontento social estalló tras la decisión de las autoridades turcas de destruir el parque Gezi, en Estambul, para construir un centro comercial. Lo que empezó como una acampada pacífica, se transformó en numerosas protestas antigubernamentales en las ciudades más grandes del país como Ankara, Estambul e Esmirna.
Tras cuatro jornadas de protestas, al menos dos personas han fallecido y centenares han resultado heridas. Más de 1.700 manifestantes acabaron detenidos. Bajo el grito "¡Tayyip dimite!", los manifestantes de todo el país se expresan contra la islamización y la política de Erdogan, al que tachan de dictador y cuya dimisión exigen.
"Si tachan de dictador a la persona que sirve al pueblo, no tengo nada que decir. Mi única preocupación es servir a mi país", dijo Erdogan este lunes. En otro discurso se defendió diciendo: "Yo no soy un dictador. La dictadura no fluye en mi sangre y no está en mi naturaleza, soy un servidor del pueblo".
Muchos turcos seculares ven al primer ministro, que lleva más de 10 años en el poder, como una figura sin límites que tiene una influencia indebida en casi todos los aspectos de la vida del país. Sin embargo, los analistas no se atreven a decir aún que estas manifestaciones puedan debilitar su reputación como el líder más influyente después de Mustafa Kemal Ataturk, el padre de la moderna República de Turquía.
En el poder desde 2002 y con el apoyo de la abrumadora mayoría del pueblo en las parlamentarias, Erdogan pudo llevar a Turquía una relativa estabilidad, sobre todo en términos económicos, después de años de gobiernos de coalición.
No obstante, algunos analistas indican que los recientes acontecimientos han socavado la autoridad del primer ministro, que busca postularse el próximo año al cargo de jefe del Estado turco. La represión brutal de las protestas podría ser utilizada por los opositores políticos de Erdogan en el futuro, mientras el mismo pueblo se opone a su estilo autoritario.
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