Para los ricos de Hong Kong, ir a casa significa ir a una mansión con vista a las montañas majestuosas. Para los pobres, como Leung Cho-yin, ir a casa es meterse en una jaula. Leung, de 67 años y quien trabajaba como carnicero, paga 1.300 dólares de Hong Kong (167 dólares estadounidenses) al mes para vivir en una de una docena de jaulas de alambre metidas en un apartamento semiderruido en una zona pobre del barrio de clase obrera de West Kowloon.

Unas 100.000 personas en esta antigua colonia británica viven en lo que se llama oficialmente “viviendas inadecuadas’’, según la Sociedad de Organización Comunitaria. Esa categoría incluye apartamentos subdivididos en pequeños cubículos, o con compartimientos del tamaño de un ataúd, o casuchas construidas sobre tejados. Tales viviendas humildes presentan un agudo contraste con la prosperidad de esta ciudad china.

Unas 210.000 personas están en lista de espera para conseguir vivienda pública, aproximadamente el doble de lo que había en el 2006. Aproximadamente una tercera parte de los 7,1 millones de habitantes de Hong Kong viven en apartamentos públicos.

Su único ingreso son 4.000 HK dólares (515 dólares estadounidenses) en asistencia pública. Tras el pago de su alquiler, se queda con apenas 350 dólares de EE.UU., lo que en promedio implica unos 11,60 dólares diarios. “Para mí es imposible ahorrar’’, expresó Leung, quien nunca se casó y no tiene hijos en los que se pueda apoyar. Leung y sus compañeros de habitación, todos hombres solteros y ancianos, lavan su ropa en un balde. Hay dos retretes encerrados y uno de cuclillas que está dentro de la ducha. No hay cocina sino una pequeña habitación con un lavaplatos. Las paredes han tomado un color ocre bajo la suciedad y el hollín de tantos años.
El descontento popular hacia los altos precios de las viviendas se ha vuelto uno de los temas principales de las frecuentes protestas antigubernamentales. El legislador Frederick Fung ha advertido que crecerán si el problema no se resuelve, y comparó el efecto que la crisis tiene en los pobres con un experimento de laboratorio. “Cuando estábamos en la secundaria, hacíamos un experimento de laboratorio donde poníamos muchas ratas en una caja pequeña y se mordían’’, declaró Fung. “Cuando un espacio habitacional es tan congestionado la gente se vuelve inquieta, desesperada’’ y furiosa con el gobierno, declaró.
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