En la tercera y última parte de su estudio, Peter Dale Scott demuestra que varias administraciones estadounidenses participaron en la preparación de la versión oficial del 11 de septiembre, ya sea mediante la fabricación de los indicios o reteniendo datos de inteligencia. El ex diplomático canadiense pone así al desnudo la actuación de las instituciones profundas que actúan en Estados Unidos a espaldas de la opinión pública.
Este artículo es la continuación de:
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¿Perseguía Richard Blee algún objetivo desconocido con la retención de información?
Kevin Fenton menciona la posibilidad de que Richard Blee fuese uno de los individuos que buscaban un pretexto para intensificar la guerra contra al-Qaeda. Ya hemos visto que, junto a Cofer Black, Richard Blee negoció con Uzbekistán un acuerdo de enlace para establecer un intercambio de datos de inteligencia. En el año 2000, el SOCOM comenzó a implicarse en aquella región y «las fuerzas especiales estadounidenses iniciaron una colaboración más visible con el ejército uzbeko, en el marco de misiones de entrenamiento» [1]. Como hemos podido comprobar, el acuerdo de enlace uzbeko se convirtió poco a poco en un enlace secundario con la Alianza del Norte en Afganistán. En un encuentro con el comandante Massud, en octubre de 1999, Richard Blee aceptó presionar a Washington a favor de un apoyo más activo a la Alianza del Norte [2].
Después del atentado contra el USS Cole, realizado en Adén en octubre del 2000, Blee trató de ampliar la misión militar con Uzbekistán apoyando la creación de una fuerza ofensiva común, que se habría coordinado con las tropas de la Alianza del Norte del comandante Massud. Aquel proyecto enfrentó importantes objeciones en momentos en que Bill Clinton todavía ocupaba la presidencia, esencialmente porque Massud luchaba –con apoyo de Rusia e Irán– contra los talibanes, que a su vez contaban con el respaldo de Pakistán, y porque se sabía que Massud financiaba su lucha con el tráfico de heroína [3]. Pero en la primavera de 2001, una reunión de los funcionarios adjuntos de los ministros de la nueva administración Bush reactivó los planes de Richard Blee y Cofer Black, para organizar una importante ayuda secreta destinada al comandante Massud –proyectos respaldados por Richard Clarke, el director de contraterrorismo de la Casa Blanca [4]. El 4 de septiembre de 2001, una semana antes del 11 de septiembre, el equipo del presidente George W. Bush autorizó la redacción de una nueva directiva presidencial, la NSPD-9, que autorizaba un plan de acciones secretas a realizarse en coordinación con Massud. Aquel plan se basaba en el proyecto de Richard Blee y Cofer Black [5].
Con la llegada de la administración Bush al poder, Richard Blee dejaba de estar en minoría. Seis semanas después del 11 de septiembre, Blee fue nombrado jefe de la estación CIA de Kabul [6], obteniendo así un importante puesto. Kevin Fenton informa que, debido a su nueva categoría, Blee estuvo implicado en el programa de traslados ilegales de prisioneros de al-Qaeda («extraordinary renditions»). Esos hechos sugieren que Blee pudo haber tenido como objetivo obtener de Ibn Cheikk al-Libi, a través de la tortura, falsas confesiones que demostrasen una complicidad iraquí con al-Qaeda. Esas confesiones falsas fueron utilizadas de inmediato para «manipular» los datos de inteligencia y «constituyeron una parte determinante de la embarazosa presentación del secretario de Estado Colin Powell ante [el Consejo de Seguridad de] la ONU [,] tendiente a apoyar la invasión de Irak» [7].
¿Perseguía el SOCOM algún objetivo desconocido al detener el programa Able Danger?
Las operaciones emprendidas después del 11 de septiembre fueron mucho más lejos que el programa de Richard Blee a favor de una implicación paramilitar de la CIA con la Alianza del Norte. El contingente de la CIA en Afganistán se convirtió rápidamente en algo insignificante al lado de las fuerzas del SOCOM. En efecto, George Tenet informó que, a finales del año 2001, Estados Unidos tenía alrededor de 500 combatientes en Afganistán, lo cual incluía «110 oficiales de la CIA, 316 miembros de las Fuerzas Especiales y un gran número de comandos del Mando Mixto de Operaciones Especiales [, el JSOC,] sembrando el caos tras las líneas enemigas» [8].
En el seno de la administración Bush, Stephen Cambone había colaborado con Dick Cheney y con Donald Rumsfeld, firmando junto a ellos el programa del PNAC titulado Reconstruir las defensas de América y participando en su elaboración. Después del 11 de septiembre, Cambone se convirtió en uno de las más activos partidarios del uso de las fuerzas especiales del SOCOM en la realización de las operaciones secretas contra al-Qaeda –no sólo en Afganistán sino «en cualquier lugar del mundo» [9].
Es posible que todo lo que hizo Richard Blee en Alec Station para preparar el terreno para el 11 de septiembre formara parte de una operación inter-agencias mucho más amplia, en la que el SOCOM desempeñó un papel similar cuando puso fin al proyecto Able Danger. Lo anterior explicaría una nota manuscrita de Stephen Cambone, redactada hacia las 10 de la mañana del 11 de septiembre, después de recibir una llamada de George Tenet, el director de la CIA. En aquella época, Cambone era uno de los miembros del PNAC que Dick Cheney había metido en el Pentágono –por entonces bajo la dirección de Donald Rumsfeld. Veamos el contenido de aquella nota:
[Vuelo] AA 77 - 3 indiv[iduos] estuvieron bajo seguimiento desde [los proyectos de atentados de al-Qaeda en ocasión de las festividades del Milenio y [del atentado del 12 de octubre contra el USS] Cole
1 tipo rel[acionado] con el terrorista [que actuó contra el USS] Cole
2 entraron en US a principios del mes de julio
(2 de 3 arrestados e interrogados?) [10]
El «tipo» que se menciona en la nota es probablemente Khaled al-Mihdar, y el «terrorista [que actuó contra el USS] Cole» podría ser Wallid [o Tufik] ben Attach, un importante miembro de al-Qaeda vinculado no sólo al atentado suicida contra el USS Cole sino además con los ataques de 1998 contra las embajadas estadounidenses. Sería útil saber por qué George Tenet transmitió a un halcón del Pentágono datos de inteligencia que, visiblemente, nunca habían sido dados a conocer a nadie fuera de la CIA. Por otro lado, ¿puede ser casualidad que Cambone, al igual que Blee en la CIA, haya supervisado un programa durante el cual miembros de las fuerzas especiales del SOCOM utilizaron la tortura para interrogar personas detenidas en Afganistán? [11]
De la misma manera que Richard Blee puede haber sido un protegido de George Tenet en el seno de la CIA, Stephen Cambone era conocido por su lealtad a toda prueba primero hacia Dick Cheney y más tarde, después de su nominación en el Pentágono, hacia Donald Rumsfeld. No sabemos si Cambone tuvo que ver con el proyecto de planificación de la Continuidad del Gobierno (COG), en cuyo marco Rumsfeld y Cheney –entre otros– prepararon la vigilancia sin mandato y las medidas de detención arbitraria aplicadas por vez primera en la mañana del 11 de septiembre (y que aún siguen en vigor, como ya lo demostré anteriormente) [12]. Tampoco sabemos si durante la primavera de 2001 estuvo vinculado, de una u otra forma, al grupo de trabajo de Dick Cheney sobre el contraterrorismo (conocido como Office of National Preparedness, o Buró de Preparación Nacional). Ese grupo fue al parecer una fuente de los ejercicios militares del 11 de septiembre –que incluían simulacros de ataques con aviones secuestrados–, ejercicios que acentuaron la confusión en la respuesta de la defensa estadounidense en el momento de los atentados [13].
Los acontecimientos profundos como hechos recurrentes en la implicación de Estados Unidos en la guerra
Me gustaría concluir este ensayo situando en una corta perspectiva histórica las fallas de funcionamiento que acabamos de observar. En cierta medida, el 11 de septiembre fue un hecho sin precedentes –el mayor homicidio que se haya perpetrado en un solo día en el territorio de Estados Unidos. Pero es también un ejemplo emblemático del tipo de acontecimientos misteriosos que por desgracia se han vuelto frecuentes desde el asesinato de Kennedy. Yo los llamo «acontecimientos profundos» en la medida en que tienen profundas raíces en las actividades ilegales y secretas de las diferentes ramas de las agencias de inteligencia estadounidenses. Por otra parte, después de esos acontecimientos se produce un proceso de flagrantes disimulaciones oficiales, respaldadas por increíbles problemas de mal funcionamiento de los medios de prensa y por exitosos libros que contienen mentiras. Algunos de esos acontecimientos profundos, como el asesinato de Kennedy, los incidentes del Golfo de Tonkín y el 11 de septiembre, deberían ser considerados acontecimientos profundos estructurales debido a su permanente impacto sobre la historia.
Resulta impresionante comprobar que los acontecimientos profundos estructurales, de los que apenas se habla, estaban todos destinados a provocar una rápida implicación de las fuerzas estadounidenses en guerras inoportunas. Desde una perspectiva inversa, todas las intervenciones militares importantes de Estados Unidos –desde la intervención en Corea, en los años 1950– han estado precedidas de acontecimientos profundos estructurales: Laos, Vietnam, Afganistán (por dos veces, primeramente en secreto y después abiertamente) e Irak. Como ya escribí en La Machine de guerre américaine, un informe de 1963, redactado por la Dirección de Planificaciones y Políticas (J-5) del Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), hizo saber a sus generales que «[l]a fabricación de una serie de provocaciones destinadas a justificar una intervención militar [era] realizable y [podía] concretarse con la ayuda de los recursos disponibles» [14]. Los incidentes del Golfo de Tonkín, el 11 de septiembre e incluso el asesinato de Kennedy pueden ser vistos como acontecimientos que en realidad fueron «fabricados» siguiendo el modelo expuesto en 1962 en el Proyecto Northwoods (el conjunto de proposiciones emitidas por el JCS para justificar una invasión contra Cuba mediante la organización de ataques bajo bandera falsa [15].
Por otro lado, a pesar de mi escepticismo inicial, dos libros recientes me convencieron poco a poco de confeccionar una lista de más de una docena de paralelos importantes entre el asesinato de Kennedy y el 11 de septiembre. Gracias a las brillantes investigaciones de Kevin Fenton, hoy puedo agregar otro paralelo más a esa lista. En efecto, los expedientes de la CIA sobre Lee Harvey Oswald, que habían estado más o menos inactivos durante 2 años, mostraron una súbita hiperactividad durante las 6 semanas anteriores al asesinato de Kennedy. Fenton demostró que el mismo incremento de actividad se produjo en los expedientes del FBI sobre Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi durante las semanas anteriores al 11 de septiembre. Ese brusco aumento de actividad lo inició Tom Wilshire en un momento extrañamente cercano al instante en que los presuntos piratas aéreos fijaron una fecha final para su ataque. En ambos casos es posible comprobar además la existencia de extraños retrasos que justifican su estudio cuando se producen acontecimientos profundos [16].
El impacto del 11 de septiembre sobre el Derecho Internacional y el derecho estadounidense
A través de este ensayo, hemos analizado dos niveles diferentes de funcionamiento de la política exterior de Estados Unidos, que en realidad se contradicen. Al nivel visible de la diplomacia pública podemos observar un compromiso a favor del Derecho internacional y de la solución pacífica de los diferendos. A un nivel más profundo, representado por una conexión saudita de larga data y por arreglos secretos tendientes a controlar el petróleo mundial, observamos que se tolera –e incluso se protege– a grupos terroristas en el cumplimiento de los objetivos secretos de Estados Unidos y de Arabia Saudita. Así vemos que, en 2000 y en 2001, la actuación del «grupo Alec Station» alrededor de los dos presuntos piratas aéreos Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi debe situarse en el contexto de la vieja conexión con Arabia Saudita. Y también se inscribe en el consenso secreto de 2001 que, al igual que en 1964, se centraba en la idea de que las necesidades de Estados Unidos en materia de petróleo y de seguridad exigían, al igual que las de Israel, una nueva movilización estadounidense hacia la guerra.
Por muy horrible que sea, el asesinato de más de 2 000 civiles durante los hechos del 11 de septiembre no ha sido el más importante de los crímenes perpetrados aquel día. Aquellos ataques desencadenaron una serie de agresiones contra el Derecho Internacional y contra el derecho estadounidense. Existe un vínculo indisoluble entre el estado de derecho y la libertad, que fueron considerablemente extendidos en el siglo XVIII por los documentos fundadores de los Estados Unidos. De ello se benefició el mundo entero. Rápidamente aparecieron constituciones escritas en cada continente y los movimientos Joven Europa, inspirados en el ejemplo americano, iniciaron el difícil proceso hacia la actual Unión Europea.
Desde el año 2001, el estado de derecho, al igual que la libertad, han sufrido un proceso de progresiva erosión. La cortesía internacional, basada en el hecho de que un Estado no debe hacer a otros Estados lo que no quisiera que los demás le hiciesen a él –al menos así fue por un tiempo–, ha sido suplantada por la implicación militar unilateral de Estados Unidos (que actúa sin temor a la desaprobación o a las sanciones). Los asesinatos que cometen los drones en alejados lugares del planeta se han convertido en simple rutina. Han matado a más de 2 000 pakistaníes (en su gran mayoría civiles) y más de 3 cuartas partes de esos ataques se han realizado bajo la presidencia de Barack Obama [17]. La guerra preventiva contra Irak, a pesar de haber resultado injustificada y contraproducente, fue seguida por el bombardeo preventivo contra Libia y por la perspectiva de nuevas campañas militares contra Siria e Irán.
Como canadiense, permítanme subrayar que yo creo en el excepcionalismo americano, y creo que hubo una época en la que Estados Unidos se distinguía por haber reemplazado un régimen autoritario por un gobierno enmarcado en una Constitución –lo cual no tenía precedente histórico. Hoy en día, Estados Unidos sigue siendo una excepción… por su porciento de ciudadanos encarcelados, por las desigualdades en materia de riquezas y de ingresos (en proporciones que, entre las grandes naciones, solamente son superiores en China) y, para terminar, por su uso desmedido del la fuerza letal en el extranjero. Sólo la última de esas tendencias comenzó con el 11 de septiembre. Pero ese acontecimiento debería percibirse en sí mismo como el lógico resultado de la expansión imperial de Estados Unidos y de su simultanea decadencia –proceso que afecta de forma inevitable a los súper Estados que acumulan y conservan más poderes de los que requiere la gestión ordenada de sus propios asuntos.
Para profundizar en el tema, ver:
Peter Dale Scott (vidéo): «Conversaciones con la Historia: El camino hacia el Nuevo Desorden Mundial»
Peter Dale Scott: «El ‘Proyecto Juicio Final’ y los acontecimientos profundos: JFK, el Watergate, el Irangate y el 11 de Septiembre»
Peter Dale Scott: «Tras la democracia estadounidense: el Estado profundo»
Peter Dale Scott: «Los nombres que encontramos a lo largo del Camino hacia el Nuevo Desorden Mundial»
Peter Dale Scott: «El programa secreto de la FEMA para suplantar la Constitución de los Estados Unidos e implantar un estado de urgencia permanente»
[1] Thomas E. Ricks y Susan B. Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001. Muy significativamente, la proposición de crear una fuerza ofensiva mixta con la Alianza del Norte encontraba la oposición del propio comandante Massud (Peter Tomsen, The Wars of Afghanistan, pp.597-98, p.796n25). El problema de la reticencia de Massud ante una posible presencia de tropas estadounidenses en Afganistán se resolvió cuando el propio Massud fue asesinado, el 9 de septiembre de 2001, o sea 2 días antes del 11 de septiembre.
[2] Coll, Ghost Wars, pp.467-69.
[3] Ibidem, p.513, pp.534-36, p.553.
[4] Ibidem, p.558.
[5] Ibidem, pp.573-74.
[6] Fenton, Disconnecting the Dots, p.108.
[7] Ibidem, pp.110-14.
[8] George Tenet, At the Center of the Storm: my years at the CIA (HarperCollins, New York, 2007), p.255.
[9] Jeremy Scahill, «Shhhhhh! JSOC is Hiring Interrogators and Covert Operatives for ’Special Access Programs’», The Nation, 25 de agosto de 2010.
[10] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.127-30 ; Summers, Eleventh Day, pp.387-88.
[11] Jason Vest, «Implausible Denial II», The Nation, 31 de mayo de 2004.
[12] Peter Dale Scott, «La continuité du gouvernement étasunien: L’état d’urgence supplante-t-il la Constitution?», Mondialisation.ca, 6 de diciembre de 2010.
[13] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.298-301.
[14] Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), «Courses of Action Related to Cuba (Case II)», Informe del J-5 para el Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas, 1º de mayo de 1963, NARA #202-10002-10018, p.21; Scott, American War Machine, p.193, p.196.
[15] Scott, American War Machine, pp.195-205; documento Northwoods, expedientes centrales del Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS) 1962-63, p.178, NARA Record # 202-10002-10104; «Opération Northwoods: Quand l’état-major américain planifiait des attentats terroristes contre sa population», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 5 de noviembre de 2001.
[16] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.283-355; Scott, War Conspiracy, pp.341-96.
[17] Jason Ditz, «Report: CIA Drones Killed Over 2,000, Mostly Civilians in Pakistan Since 2006», AntiWar.com, 2 de enero de 2011. Cf. Karen DeYoung, «Secrecy defines Obama’s drone war», Washington Post, 19 de diciembre de 2011 («cientos de ataques realizados en 3 años– causando entre 1 350 et 2 250 muertes en [Pakistán]»).
Fuente: Red Voltaire y Peter Dale Scott.