jueves, 2 de octubre de 2014

La Argentina y el sistema de la deuda eterna: una soga que el amo no para de tironear.

 El sistema de re-elecciones presidencialista marca un desgaste en el sistema político argentino, en gran medida debido a la inestabilidad económica generada por una corrupción generalizada a nivel interno, pero sobre todo por un ataque sistemático del mercado a las endebles y débiles economías latinoamericanas. 

 Si vamos al caso argentino, la re-elección presidencial de un mismo candidato tiene más de 100 años y no es continua. Fue implementada para que una élite se enquiste en el poder y genere un gobierno estable a través de un sistema de partido único, la alternancia no es real, sino virtual cambiándose las figuritas, pero en el fondo se sigue siendo igual.

 Siempre se dice que el segundo periodo de un gobierno en Argentina y en muchos otros países, es bastante peor que los primeros años de gestión, esto quizás este marcado por el desgaste en una forma de gobernar que no siempre atiende los reclamos populares: hambre, exclusión social, falta de empleo y oportunidades, agudización de la pobreza, entre otras. Situación que es empujada por la oligarquía internacional dueña de bancos, empresas multinacionales y manipuladora de precios y valores. El golpe de gracia a la soberanía popular ya estaba dado. 

 Un ejemplo de estos golpes de mercado es el que terminó con el segundo gobierno del radical Hipólito Irigoyen (1928 -1930), -el primero había sido entre 1916 y 1922-, que estuvo marcado por ser un gobierno muy impopular debido a la crisis económica que azotaba a la Argentina y al mundo por esos años, -luego de la estrepitosa caída de la bolsa de Nueva York en 1929-, y que derivó en el golpe cívico-militar de 1930, situación que llevó a la renuncia de Irigoyen.

 Solamente un ingenuo podría pensar que los golpes de mercado dados por la oligarquía no son mal intencionados. Tienen un objetivo a mediano y largo plazo que es la centralización del poder del dinero y de las decisiones políticas, diezmando a los gobiernos elegidos por las masas y golpeando a las economías regionales cuando prosperan. El objetivo a corto plazo está a la vista, cambiar a los países de régimen político, para acabar con los cambios favorables a la participación ciudadana y al pluralismo en lo inmediato. 


¿La organización nacional para la soberanía o para permitir el dominio de los grupos concentrados en el territorio nacional?

 La constitución argentina de 1853 no permitía que alguien que haya sido elegido con anterioridad, pudiera ser postulante para ser elegido nuevamente de forma consecutiva. Este sistema de "alternancia democrática" entre las figuras políticas de la época, aseguraba a los grupos concentrados del poder económico nacional y extranjero, que los políticos, -la mayoría perteneciente a la élite nacional-, que gobernaban para la élite dominante, vuelvan a aparecer en escena después de que el cuñado, familiar o "amigo" fuera "elegido" por el voto,  esto permitía que se alternen los nombres que presidían el gobierno, manteniendo el poder en las mismas manos de siempre, un sistema que estaba todavía lejos de ser realmente democrático. La élite nunca perdería su influencia en el ejecutivo nacional.

Políticos viejos en odres nuevos y políticos nuevos en odres viejos.

 Cuando el socialismo y la Unión Cívica Radical (UCR) llegaron a la vida política argentina a finales del siglo XIX, la oligarquía nacional vio en ellos un gran peligro para sus intereses económicos y para su sistema esclavista de explotación intensiva agropecuaria. Por supuesto que la explotación de esta riqueza no iba a ser alterada con la llegada de otro partido político en el poder, pero el hecho de que pudiera existir una verdadera alternancia política en el poder, preocupaba mucho en ese entonces a la oligarquía nacional, y sigue preocupandola ahora.

 El sistema presidencialista y político que la gran mayoría de los países latinoamericanos implementaron, - y que aún siguen vigentes -, sirvieron para crear un estado nacional en cada uno de ellos. Los bastos territorios despoblados de América fueron explotándose con la mano de obra extranjera y de población negra, creándose una especie de nuevo tutelaje entre las potencias y las antiguas colonias americanas. 

 Este sistema presidencialista fue un arma de doble filo en lo que refiere a su conveniencia en el campo popular, porque justamente lo que las potencias económicas querían implementar allí, eran gobiernos débiles y marionetas de sus amos, para la explotación intensiva de los productos primarios o materias primas, favoreciendo a los latifundios*. 

 Mirando la historia con una lupa más grande, encontramos que el sistema republicano solo tuvo el éxito deseado por parte de las potencias, -cuyas sociedades secretas masonicas que integraban sus poderosos-, sabían que debían financiar a estos débiles estados y así reforzar su sistema político y económico, indefinidamente, al precio de una deuda eterna. Esta maniobra les permitiría manejar estas enanas economías regionales, -  decimos regionales, porque los banqueros y financistas de Inglaterra miraban a Sudamérica como una panacea personal, dividida en suculentas porciones, que lograrían un aumento importante de sus ganancias -.

 Es así, que los británicos y franceses, sobre todo los primeros, invirtieron mucho dinero de su capital en ciudades importantes como Buenos Aires (su puerto y primer banco estatal fueron financiados con capitales ingleses a partir de 1824), entre otras capitales de América.

 Con la llegada de los capitales norteamericanos, décadas más tarde, comenzaron a explotar el petroleo en países como Venezuela. Allí tenemos a los norteamericanos de la Standard Oil Co. y la familia Rockefeller metiendo sus narices, entre muchas otras empresas.

 Para hablar de sistemas políticos impuestos en América Latina, es inevitable hablar de grandes compañías y de la banca extranjera que las financiaban. Hubo casos en el que los banqueros británicos prestaban una cantidad importante de libras estarlinas, que en realidad nunca llegaban al país que solicitaba el préstamo, inclusive se entregaba muy poco de lo que se había pedido en esa divisa, llegándose a saldar esa deuda después de muchos años de haberla contraído. Hubo un caso que se llegó a pagar hasta 8 ó 9 veces el valor original de dicha deuda. Esto mismo ocurrió en Buenos Aires, con el primer préstamo que el entonces ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, hizo con Gran Bretaña en la década de los 20´s del siglo XIX.

 Como ven, la mano negra de las potencias económicas nos viene asfixiando desde hace muchas décadas, desde que vinieron a establecerse en la región, incluyendo invasiones militares y guerras regionales. El costo de dicho sometimiento lo pagamos los pueblos de nuestra América con sudor, sangre, hambre y con un sistema de salud y educación obsoleto e ineficiente.

Juan D. Perón: militar y político argentino
que gobernó la Argentina de la post-guerra
entre 1946 y 1955.
 El sistema opresor impuesto en antaño por los países ricos, en países como la Argentina, fue cada vez más duro en sus
cumplimentaciones, trayendo como resultado sangrientos golpes de estado a gobiernos legítimos y democráticos. 

 Nunca dejamos de ser monitoreados por las potencias extranjeras, sobre todo de Europa, cuyo fin mezquino fue satisfacer su propia sed de dinero y poder. 

Cambio el signo pero no el fondo.

 Años más tarde, aparecería un hombre fuerte en Argentina, ese es nada más y nada menos que Juan D. Perón (1946-1955) 

 Este militar, formado en Europa central en sus viajes como agregado militar al viejo continente, cambió a la República Argentina para siempre: logró imponer una serie de reformas políticas, entre ellas la re-elección presidencial de forma continua, en la reforma constitucional de 1949, siendo el primer presidente de la historia argentina en ser elegido consecutivamente en 1952, pero  fue derrocado por un golpe cívico-militar en 1955.

 Como decíamos, los segundos periodos fueron y son nefastos para varios países, incluida la Argentina, y todo esto es porque los países pobres no manejan los precios de los productos que exportan a sus socios y "amigos", tampoco manejan los mercados financieros, ni la moneda de intercambio comercial (el dólar), por ende tampoco manejan su propia política económica, ni política, que si es manejada por la élite local y extranjera (para el caso argentino: la Sociedad Rural Argentina y la embajada de los EE.UU. en Buenos Aires)

 Estos dos mismos actores fueron los encargados de que, en la mal llamada revolución libertadora de 1955 -, que derrocó al gobierno democrático de Juan D. Perón, volviese al antiguo sistema de no re-elegir de forma continua. ¡Oh casualidad! Esto coincide con el re-ingreso argentino al pacto de Breton Woods (1944) y su consecuente ingreso al FMI (Fondo Monetario Internacional) en 1959, durante el gobierno del radical Arturo Forndizi (1958-1962), también depuesto por los militares.

 La espada del FMI pende sobre nuestras cabezas. 

 Una y otra vez nos prestarán dinero durante esos años, se irá abandonado el patrón oro y se lo cambiará por el dólar, que promete arruinar cuanto gobierno intente un gasto público desmesurado, por eso, desde los centros de poder imponen el sistema político local, para que no puedan gobernar más de 5, 6 u 8 años a duras penas y luego caduque. ¡Esta película me parece haberla visto hace poco!

 Lo que EE.UU., - en realidad su élite -, manejada por estos intereses del dinero, quieren imponer, es una soga al cuello de cada gobierno latinoamericano y del mundo, para no dejarlo actuar soberanamente. Esa soga, que además lo ahorca -, es la mismísima deuda externa que vivimos pagando con altas tasas de interés: la deuda eterna.


¿Los pactos políticos fueron para la gobernabilidad de la Argentina o para asegurar los pagos de la deuda y los intereses económicos de las potencias?

 Después del Pacto de olivos de 1994 en Argentina, la soga política del amo que se colocó al obediente perro, estaba lista por si las moscas. El gran artífice de su propia re-elección fue el que propuso oficialmente esa soga, Carlos S. Menem (1989-1999), el presidente más nefasto de la historia argentina. Pero el animal no venía solo, llevaba consigo un bozal que haría que el perro alienado no ladre ni muerda, ese bozal no es otro que el nefasto y oscuro personaje de la década perdida: el ministro de economía Domigo F. Cavallo.

Los que llevaron a la ruina a la Argentina:
los argentinos suelen votar gobiernos para que
mitiguen su sed de consumo desenfrenado. Saciado
 su conformismo, se dedican a esperar sentados
 a contemplar un show de periodos presidenciales
 uno peor que el otro.  
 Amo y bestia estaban contentos, por fin la desventurada Argentina y su socio, los EE.UU. tenían más en común que en el pasado, que los hizo protagonistas en varios desencuentros de la historia regional y mundial.  

Segundos periodos: los acreedores externos quieren cobrar.

 Los vencimientos de deuda, parecieran sonar aún más en los segundos periodos presidenciales argentinos. A la presentación oficial de candidatos al mundo empresarial y político, la poderosa élite financiera mundial da un periodo de gracia, -primer periodo presidencial-, para poner en orden sus cuentas (las de ellos, ni por las tapas pensemos que son nuestras), y con los fondos buitres como telón, los pagadores seriales de la Argentina se muerden los labios porque los números para el superávit económico ya no dan, porque se hicieron gastos innecesarios para el país, pero que a la larga beneficiaron a los dueños de la plata, en definitiva estos gastos fueron realmente ruinosos para los propios "beneficiados" nacionales.

 En conclusión:

 La deuda externa, impuesta desde los centros de poder (Washington y Londres), y los pesados bonos de deuda, hacen su trabajo: han condenado a las naciones tercermundistas a la esclavitud y al hambre a largo plazo, con el bozal de Harvard (el cipayo de Cavallo) de por medio y atados a una soga color verde dólar. Lejos quedaron las arcas latinoamericanas llenas con lingotes de oro fino, que hacían que la ciudad del dorado fuera solo un cuento de niños.

 Por más que los años pasen, por más que crezcamos de tamaño e importancia, el mismo perro, que ahora vive arrepentido, sigue sometido en medio de la incierta tormenta económica global, incierta por lo menos para la gran mayoría de nosotros.

 Ladrará a su amo y no se dará cuenta que la soga que hoy tira por el cipayo de turno, - o debería decir Cristina Fernandez de Kirchner -, mañana tirará por otro candidato con perspectivas para gobernar un primer y un segundo periodo presidencial, o deberíamos decir Daniel Scioli, otro fiel soldado de los intereses de la oligarquía.

 Por si los moralistas del sistema económico liberal y democrático fueran a reprochárselo, la Argentina sigue esperando algún otro amo con otro color de correa, - quizás China -. En una situación parecida están el resto de los países de la región, aunque los defensores, y vuelvo a decir "los moralistas" del neo-liberalismo, se empecinen en nombrar "ejemplos" como el de Chile, - con su política fiscal y monetaria estable y eficiente - y Costa Rica, -por ser el país más competitivo de la región-, nunca América latina se había encontrado en una encrucijada tan importante como para decidir si realmente quiere dejar de ser la periferia del mundo, o seguirá atada a las decisiones de los centros de poder de las potencias.


Del autor del blog.

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