Increiblemente se había perpetrado el ataque militar más fulminante contra una potencia de occidente en toda su historia. Las manos del comandante del submarino que recibió la terrible noticia, temblaban sin que este pudiera detenerlas. Las caras de incertidumbre de toda la tripulación lo decían todo y no decían nada, las palabras que salían de los submarinistas era de bronca y odio, porque sabían que ya nada podían hacer por su querida Londres. Amigos y familiares de algunos de los tripulantes habían muerto o desaparecido y en lo único que pensaban era en vengarse del artero ataque enemigo.
Todos ellos sabían que ese submarino era una unidad insignia, dotada de armas letates de gran alcance y destrucción. Esa unidad era la que comandaba toda la flotilla del atlántico sur, porque el resto de las naves de superficie se replegaron a la isla Asención, cerca de las costas africanas, por temor al acecho de los submarinos rusos y chinos, que merodeaban cerca de la plataforma maritima sudamericana en el Atlántico.
Ellos integraban una flota mas grande ďe embarcaciones de la NATO, y que también poseían una verdadera pesadilla para los rusos y chinos: los temerosos misiles Trident, capaces de contener ojivas nucleares y que podrían destruir un gran objetivo en segundos y a miles de kilometros. Ese objetivo seguramente sería Moscú, Beijing o algún otro punto importante de Eurasia.
La respuesta de Bruselas es volver a la edad de piedra
Mientras ingleses y yanquis seguían en aguas del atlántico sur, ellos necesitaban comunicarse con sus aliados franceses, que preferían no lanzar ningún misil nuclear todavía, salvo que algún misil enemigo este destinado a uno o más puntos de Francia o de sus colonias. Esto descontentó al alto mando británico que necesitaba que el pais galo coordine con ellos un ataque nuclear a gran escala contra Rusia. Por otra parte, los británicos ahora comandaban a sus tropas desde Bélgica, dado que la capital británica ya no existía, y si esto seguía así, el Reino Unido perdería mas ciudades importantes.
En su historia, Europa nunca estuvo en tal peligro de desaparecer, Londres ya había caído y el próximo objetivo podría ser Paris, Roma, Berlin o Bruselas (sede del cuartel general de la NATO en Europa), aunque el Pentágono (verdadero cuartel general de la alianza atlántica), era un target mas tentador para el eje de los llamados "paises libres". Las dos super-potencias militares asiaticas ya habían hecho la primera jugada, dejando a occidente con un hierro candente entre sus manos, todo esto mientras la capital británica había sido arrasada por un misil termo-nuclear ruso.
Finalmente, el reloj del Apocalipsis dio las 00:01
Las alertas rojas sonaban en todos los cuarteles de la alianza militar mas grande de la historia, el mando civil norteamericano (su presidente y asesores), todavía no querían lanzar misil alguno, porque sabían que si daban ese paso, el mundo volvería a la edad de piedra en cuestión de horas, aunque los militares en Washington y Londres ya estaban listos para actuar.
En la mesa del comando estratégico de los EE.UU. estaban realmente todos nerviosos por la estripitosa escalada rusa contra las islas británicas, e informaron al presidente que los altos mandos rusos, chinos y coreanos estaban alojados en bases secretas, tal vez subterraneas y que era necesario actuar rapidamente y sin titubear. El presidente escuchaba atentamente las propuestas de los altos mandos militares y preguntó, con la voz entrecortada:
- ¿Se puede hacer algo para evitar un holocausto nuclear?
Todos ellos se miraron asombrados y solamente un general de cinco estrellas respondió por todos cuando dijo:
- Señor, con todo respeto... ya se ha declarado la tercer guerra mundial.
A lo que el presidente contestó:
- Si y esta será la primera y la última de este tipo.
Otro general preguntó firmemente:
-¿Y que sugiere que hagamos señor?
Luego de un breve silencio y tomándose la cabeza con ambas manos, respondió:
- Ataquen sus principales objetivos con ojivas nucleares: Beijing y Moscú primero, luego Dios sabrá lo que nos toque a nosotros. Está ya no es una guerra ideológica, es una cruzada religiosa y de Fe. Es el mundo libre contra la barbarie del comunismo y el ateísmo.
- ¡Si y así se hará señor! (respondió uno de los generales)
En pocas horas, una oleada de misiles Trident, - lanzados desde submarinos -, misiles Minutemen, disparados desde bases secretas norteamericanas en el Pacifico, entre otros, invadieron los cielos y cayeron en cuestión de minutos, destruyendo Moscú, San Petesburgo, Pyongyang y Beijing. Sus escudos antimisiles, poco y nada pudieron hacer contra ese tamaño ataque y destrucción.
Era el principio del fin de nuestra civilización, un suceso que muchas veces fue contado de manera ficticia, estaba en pleno desarrollo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario